A la vista está, y no me refiero por supuesto sólo al explosivo artículo que Salvador Sostres firmó ayer en El Mundo y que ya ha dado tres veces la vuelta a España, que a la transición entre el señor Guardiola y Tito Vilanova puede calificársela de todo menos de modélica y ejemplar. Inesperado, sin duda, muy inesperado, y más aún teniendo en cuenta que el señor Guardiola ha aupado, primero, y arropado, después, a su amigo Tito Vilanova hasta situarle exactamente donde se encuentra en la actualidad, y que el club azulgrana viene de vivir sin duda alguna su particular Edad de Oro. Sin ser, como sí presume públicamente de serlo Sostres, amigo del señor Guardiola, ya hubo quien detectó cosas extrañas en cómo se produjo la salida del señor Guardiola y cómo se hizo público el nombre de su sucesor.
El aún entrenador azulgrana comentó hace poco, tras provocar el lógico enfado merengue al decir más o menos lo que después diría Miguel Angel Lotina, que en Madrid tenían la piel muy fina. ¿Fina la piel en Madrid?... A mí la piel de un club que, pese a contar con un presupuesto cercano a los 500 millones de euros llevaba la friolera de tres años sin conquistar la Liga, se me antoja de auténtico pedernal al lado de la del Barcelona, ganador de casi todo durante ese mismo período de tiempo, que simplemente se desmorona en cuanto su entrenador dice adiós y su máximo rival deportivo recupera el tono competitivo. Porque no les quepa la menor duda de que todos esos factores (el adiós del señor Guardiola, el anuncio del nombramiento de Vilanova, las listas negras de jugadores...) están estrechamente relacionados con el regreso madridista.
No fui yo sino el idolatrado (por los azulgrana) Joan Laporta quien dijo el otro día que la elección de Vilanova era fruto del pánico que había generado la marcha del señor Guardiola. Y hoy vuelvo a reiterar que resulta verdaderamente inédito el desgaste al que el propio entorno culé está sometiendo a un proyecto, el de Tito, que ni siquiera ha sido presentado en sociedad como corresponde y que a este paso va a llegar desgastado, desinflado, tocado del ala al pistoletazo inicial. Ya tenía de por sí los cuernos suficientemente afilados el morlaco que le había tocado en el sorteo a Vilanova como para que encima le pongan llamas. Y, mientras tanto, Mourinho en Kuwait estrechándole la mano al jeque. A este paso igual es otro el que acaba inscribiendo a sus hijos en el colegio de Lugano. A las palomitas hay que añadir pipas.