Si lo que pretendía era vengarse de Griezmann haciendo público lo que todos intuíamos desde hacía tiempo, o sea que dejó plantado en el altar al Atleti para casarse con el Barcelona, Miguel Ángel Gil es un mediocre de tomo y lomo. Si, tal y como aseguró entre toro y toro el consejero delegado del equipo colchonero, él lo tenía claro desde el mes de marzo, ¿no debería haber denunciado al equipo culé como ya hiciera un año antes cuando se frenó la primera acometida azulgrana? Si el motivo de su salida de tono es el despecho, ¿no será porque en realidad su marcha le importa mucho más de lo que el club ha pedido a la prensa afín que transmita al exterior? Porque espero no revelar ningún secreto de Estado si digo que, nada más quedarse sin su futbolista franquicia, el Atleti se puso manos a la obra con el ideario que el perioatletismo debía poner en circulación: "Así liberamos una ficha que era costosísima", "Su sueldo era un caldo de cultivo muy nocivo en el vestuario", "¿Qué ha hecho al fin y al cabo Griezmann para merecerse semejante soldada"?, "Ahora Simeone va a tener las manos libres para reconstruir un nuevo equipo"... Zarandajas: Griezmann se va y ficha por un rival directo.
Lo de Antoine Griezmann es impresentable, pero no es más impresentable que lo de muchísimos otros jugadores profesionales de fútbol. Y nosotros, y ahora me refiero a los periodistas, no podemos decir que seamos ajenos a esta situación; nosotros hemos creado estos monstruitos, les hemos dado vida, hemos puesto en funcionamiento a estos niños mimados que juegan al despiste con sus aficionados, deportistas malcriados a los que se les consiente absolutamente todo y que siempre quedan eximidos de cualquier tipo de responsabilidad. El futbolista profesional puede cumplir su contrato y no cumplirlo o pedir más aún no rindiendo al nivel mínimo exigido... todo se le perdona con tal de que marque un gol, todo se lo perdonamos con tal de que marquen un gol. Así que Griezmann, que se rió hace menos de un año de su afición pasada y de su afición futura, ha tenido un comportamiento impresentable, sí, de acuerdo, pero no más impresentable que el de Sergio Ramos del otro día o el de Messi subiendo cada dos por tres al despacho a renegociar su contrato.
Lo que se infiere en realidad de la cornada que Gil Marín le pegó ayer a Griezmann en Las Ventas es que el enfado en el club es monumental, y nunca mejor dicho. Sí porque, por mucho que los boinas verdes del perioatletismo disparen contra todo lo que se mueva, la conclusión final es la de que el delantero francés se marcha del Atlético de Madrid... para cobrar menos en el Barcelona, y eso no habla excesivamente bien de un proyecto del que ya empezaba a dudar el otro día Jan Oblak. Lo que se deduce de la larga cambiada de Antoine es que, para tratar de auparse a la mesa de Cristiano y de Messi, él necesita irse de un proyecto perdedor a otro ganador. Gil Marín quedó como la chata al no poder evitar que Griezmann se fuera y dejándole además la puerta entreabierta para que pudiera hacerlo por 80 millones de euros menos a partir del próximo 1 de julio. Con su segunda decisión, que tiene más que ver con lo deportivo que con lo material, Antoine Griezmann estaba cambiando una ganadería en condiciones por otra que, en el fondo, no pasa de ser desecho de tienta. Esa alegría fingida por la marcha del crack, ese jolgorio artificial y esa fiesta con globos pero sin invitados producida por Cerezo saltaron por los aires en mil pedazos cuando ayer, entre el segundo de Diego Urdiales y el tercero de Diego Ventura, el holograma Gil Marín le mandó una pulla a su ex y le clavó una puya al nuevo jugador culé. Pero bien haría Miguel Ángel en preocuparse más de los que siguen y menos del que se fue... porque él fue incapaz de retenerlo.