Recuerdo que en el acto de presentación del libro Fenómeno Mou, escrito a medias con el periodista Rubén Uría, éste sacó un artículo mío en contra del entrenador portugués o, para ser exacto, en contra del fútbol que practicaba el Real Madrid con Mourinho. No lo recuerdo con exactitud, porque habré escrito en Libertad Digital cerca de 6.000 artículos, pero supongo que el que exhibió Uría aquel día, probablemente con la intención de dejarme en fuera de juego, sería del primer o segundo mes de Mou en el banquillo merengue. La de mi colega periodista fue una acción espeleológica harto meritoria, tuvo que bucear mucho para encontrar aquel artículo porque si yo he escrito, pongamos por caso, 300 artículos de Mourinho, 299 habrán sido elogiosos y uno, aquel que sacó precisamente aquel día, crítico. Como lo dije en ese momento lo repito hoy: el coautor de Fenómeno Mou, que os puedo asegurar que no era nada mourinhista, hizo un ejercicio cuasi perfecto de mourinhismo al tirarse un tiempo entrando en Google para extraer del buscador mi único y solitario artículo atacando al técnico portugués.
En el caso de Iker Casillas es muchísimo más fácil encontrar artículos míos elogiándole como el extraordinario portero que fue. Repito: que fue. Al contrario que con Mourinho para sacar un artículo negativo, con Casillas no hace falta sumergirse a 6.000 metros de profundidad para capturar un artículo positivo sobre él; es tan sencillo encontrar un elogio mío sobre Casillas que ayer mismo, en Fútbol EsRadio, volví a repetir lo mismo que dije el martes por la noche en El Primer Palo: para mí, el mejor portero del Real Madrid que he visto nunca. Lo digo porque hay quien, desde su tremenda y absoluta ineptitud, trata de encontrar una contradicción entre el hecho de que yo opine que Casillas fue el mejor portero que yo he visto nunca y, al mismo tiempo, afirme también que fue uno de los peores capitanes posibles.
Ayer me decía alguien que me quiere bien, mi amigo Juan Pablo Polvorinos, que el asunto este de Casillas lo tenía perdido y que si lo hubiese planteado hace cuatro años habría ganado el debate de calle. Pero es que yo no quiero ganar, lo que yo quiero es opinar libremente y sin ataduras. Además, como dice Jefferson Smith en Caballero sin espada, "las causas perdidas son las únicas por las que merece la pena luchar". En lo que a mí respecta, todo sucedió ayer; las paradas milagrosas de Iker ocurrieron ayer; Iker salió ayer en sustitución de César y sus intervenciones milagrosas le dieron al Real Madrid La Novena y también ayer sacó un pie salvador ante Robben que nos dio un Mundial. El partidazo de Iker fue ayer, no hace cinco años, y ayer también Mourinho le pidió por favor que diera un paso al frente, que se posicionara, y no por él sino por el club, y no lo hizo. Iker llamó ayer a Xavi Hernández para pedirle perdón. Iker dejó ayer que sus satélites acosaran al entrenador de su equipo y acribillaran a compañeros suyos, como por ejemplo Álvaro Arbeloa. Yo no sé cómo funciona la memoria del resto, pero la mía, que aún carbura, gracias a Dios, conserva frescos los buenos y los malos momentos. Todo eso, lo bueno y lo malo que hizo, a mi modo de ver, Casillas en el Madrid, ocurrió ayer.
Mi ventaja sobre el resto es que esto puedo decirlo. Y llevo diciéndolo desde hace años. Mi privilegio es la independencia que tengo para decirlo y esa es también mi responsabilidad: ¿Debería callarme? Pues a lo mejor eso sería lo más cómodo, pero desde que empecé en esto, hace ya 30 años, huyo de la comodidad. Nadie tiene que venir a decirme que Iker Casillas es una leyenda del deporte español, nadie, pero es una leyenda con claroscuros. Mi gran capitán no fue Casillas, mi gran capitán fue Gonzalo Fernández de Córdoba y murió en 1515, cuando aún no había Twitter; vamos, ni Twitter ni fútbol. Así que, queridos míos, contradicción cero. Con Mourinho como entrenador el Real Madrid jugó partidos muy malos y, desde dentro, Iker Casillas contribuyó decisivamente a que al portugués se le hiciera la cama con edredón, somier y sábanas sucias. Eso, repito, como también todo lo bueno, para mí no pasó hace cinco años, pasó ayer.