Este 3 de julio del año 2010 pasará definitivamente a los anales del fútbol español. La selección acaba de conseguir el pase a las semifinales de un Mundial (el de 1950 tenía otro sistema de competición distinto y eran sólo 13 los participantes, de ahí que fuera clarísimamente un torneo distinto al actual) por primera vez en toda su historia. No ha sido un partido técnicamente bueno, pero ha tenido todos los ingredientes que convierten al fútbol en un deporte universal, capaz de movilizar a miles de millones de personas en todo el mundo: jugadas para la polémica, tensión hasta el pitido final y, a medida que se iba acercando el minuto 90, esa desagradable sensación de que algo raro nos tenía que pasar y que Paraguay podía convertirse perfectamente en nuestra nueva Corea o nuestra nueva Bélgica. No es que ellos hicieran nada del otro mundo, más bien al contrario, sino que nosotros no fuimos nosotros durante los veinte o veinticinco primeros minutos del encuentro.
No me apetece hablar del árbitro, más malo que la carne del pescuezo, ni tampoco de sus asistentes. Efectivamente, tal y como comentaba ayer, nos habría ido mucho mejor con Carlos Mejía Godoy dirigiendo y los de Palacagüina en las bandas, pero esa es una jugada pasada. El guatemalteco, de cuyo nombre no quiero acordarme, no se merece ni una línea. Sí se las merece Iker Casillas, salvador en el penalti y, casi al final, en un mano a mano con Roque Santacruz; sí se las merecen Piqué y Puyol, los dos mejores defensas centrales del planeta; sí se las merece Ramos, que está haciendo un campeonato imponente; sí se las merecen Xavi, Xabi e Iniesta; por supuesto que se las merecen Villa, y también Torres, que acabará explotando en la final, y el resto del equipo español; y naturalmente que se las merece Vicente del Bosque, convertido tantas veces en víctima propiciatoria del "fuego amigo" y muñeco del pim-pam-pum.
Paraguay nos lo puso difícil con eso que Camacho denominó en una ocasión el "otro fútbol". Y es cierto que, dependiendo de los jugadores con los que cuentes, el entrenador deberá hacer una cosa u otra, pero no lo es menos tampoco que cuando España tiene el balón y puede salir de la presión es un orgullo y una delicia verla moverse sobre el campo. Nuestro rival de esta noche, que paradójicamente pudo haberse adelantado en el marcador, no ha hecho nada distinto a lo que antes pusieron en práctica suizos, hondureños, chilenos y portugueses. Porque a España sólo se la puede ganar trabando el partido, embarullándolo, afeándolo, entristeciéndolo... Y ahora otra cita histórica, la semifinal contra Alemania. Parece que, después de todo, este equipo sí que va a llegar lejos. Hoy España hizo historia y el miércoles hay que redondearla. Enhorabuena por este paraguazo al Mundial.