Un afamado periodista deportivo dejó escrito el otro día que Martin Hansson iba al Mundial gracias al favorcillo que le hizo a Francia concediendo un gol, el de Gallas, a todas luces ilegal puesto que venía precedido de la famosa mano de Henry. Y acababa: "Villar es presidente de la comisión de árbitros de la FIFA, su mano está tras la designación de Hansson. Con ella ha enviado otra vez la señal: hay que saber equivocarse". Dicho lo cual, el colega cogió el paraguas, cerró con llave el despacho y se fue a tomar un tentempié. Si al menos hubiera firmado con un seudónimo para evitar la vergüenza; por ejemplo: "Martin Hansson y la esencia del villarato", por "Garbancito", en honor al famoso torero. Pero quia, el susodicho periodista firmó con su nombre, Alfredo, y su primer apellido, Relaño. Y sigue dirigiendo el As. Y continúa comentando partidos de fútbol por la tele. Y pasa por ser uno de los "popes" de esta profesión. ¿Una explicación?... El otro día me dijeron que las ventas del Marca doblan en Madrid a las del As: ¡Corre, corre, caballito, trota por la carretera!...
Cuando, extrañado, pregunto a algunos compañeros que suelen leerle a diario el por qué del éxito de Relaño, siempre me responden lo siguiente: "escribe muy sencillo". Y es cierto. Pongamos por caso el artículo de Hansson al que antes hacía referencia; Relaño escribe que a la FIFA le interesaba que Francia estuviera en el Mundial y que por eso premia al hombre que se ventiló a Irlanda. Sencillito, ¿no?... El director del As denuncia un complot de resonancias internacionales, una trama mafiosa urdida a base de complejos y no tan complejos entramados económico-deportivos; el director del As denuncia... pero no aporta ni una prueba, ni una sola, de lo que dice. Yo no leo a Relaño por el mismo motivo que otros sí lo hacen: me parece demasiado sencillo. Anoche, haciendo zapping, me topé con el gran Ángel González Ucelay poniendo en solfa a este periodista, y fueron precisamente sus certeras críticas las que me condujeron a la lectura del artículo. Para pope, Popeye.
Los periodistas deportivos nos llevamos las manos a la cabeza cuando a un loco de la vida se le ocurre arrojar una botella desde la grada o a la seguridad de un estadio se le pasa un borracho con una bengala. "¡Esto es inadmisible!", gritamos, "¡hay que acabar con los hooligans, no se puede consentir, cualquier día pasará una desgracia!" Y no nos falta razón cuando decimos eso, pero... ¿qué pasa cuando el hooligan está delante de un ordenador, un micrófono o una cámara de televisión?... Y lo que es peor, ¿qué pasa cuando un periodista decide iniciar una campaña porque puede beneficiarle comercialmente?... Pues cuando eso pasa, no pasa nada porque los demás (ya veo que Ucelay no) miramos hacia otro lado. Efectivamente, cualquier día sucederá una tragedia, y algunos periodistas no serán ajenos a ella. Llegados a este punto, me gustaría destacar la actitud señorial que tanto Pep Guardiola como Manuel Pellegrini tuvieron ayer con respecto al tema arbitral, doblemente responsable y contenida en el caso del entrenador chileno puesto que su equipo va 5 puntos por detrás del Barcelona. Y ahora quien quiera creerse más trolas que se las crea. Quedan pocas plazas en el autobús de la demagogia barata.