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El penúltimo raulista vivo

No hay por qué darle tres cuartos al pregonero culé

No está en cuestión la libertad de expresión de Iker Casillas. Ni, por supuesto, su amor por el Real Madrid. Con las ideas de Mourinho puede haber uno, dos, tres o seis jugadores disconformes, que no es el caso, pero lo que yo interpreto que molesta al portugués es que de un grano de arroz puedan hacer los enemigos del club blanco un balón medicinal. Convendrá recordar una vez más que Vehils, que es el auténtico Pierre Nodoyuna del periobarcelonismo, no descansa y ocupa las veinticuatro horas del día en echar más leña al fuego y buscarle las vueltas al máximo adversario deportivo de sus jefes. No hay más que repasar por encima la portada de hoy del diario Sport para darse perfecta cuenta de que, efectivamente, en Barcelona se han sacado de contexto las palabras del capitán del Madrid.

De ahí que, y volviendo al inicio de este artículo, lo que esté en juego no sea la libertad del capitán de España para decir lo que le venga en gana sino la oportunidad de hacerlo precisamente en este momento, justo después de un magnífico 0-6 y en el arranque de una Liga que promete ser apasionante. Por otro lado, nadie ha dicho nunca que un vestuario de fútbol deba ser democrático y tengan que tenerse en cuenta las reflexiones de todo el mundo; si el Madrid tiene al que más sabe, que piense él y que el resto ejecute. Será más popular (populachero diría yo) colocarse en este asunto del lado de Iker, pero yo creo que en este asunto Mourinho vuelve a tener una vez más toda la razón del mundo: ¿Una llamada a Xavi y Puyol después de una Supercopa incendiaria?... ¿Por qué?... ¿A santo de qué?... ¿Y por qué no se produjo otra de Piqué y Xavi a sus compañeros de selección pidiéndoles perdón por sus declaraciones?...

La filtración de esa llamada hizo mucha pupa al entrenador del Real Madrid, fue inoportuna, buenista, inocente y, al final, no solucionó absolutamente nada. Las declaraciones de ayer de Casillas en su pueblo volvieron a incidir en el mismo error denunciado en días anteriores. Ayer pudo verse qué hizo este Barcelona con el Villarreal, un equipo de Champions: lo manejó a su antojo, llevándolo de un sitio a otro, y después de marearlo le hincó el diente, hizo la digestión con él y acabó eructándolo en una esquina del Nou Camp. Hay quien aún no se ha dado cuenta de la dureza de la batalla que el Madrid va a tener que librar para desbancar de ahí a este equipo, de ahí la importancia que tiene hasta el más mínimo detalle. Y la unión del grupo, su impermeabilidad a todo lo que venga de fuera, es uno de esos requisitos imprescindibles sin los cuales será imposible lograrlo. No hay por qué darle tres cuartos al pregonero culé.

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