Quiero suponer que la reunión del jurado encargado de otorgar el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes 2006 será meramente protocolaria, un acto rutinario al que obliga el savoir faire. El marqués de Samaranch, su hijo el mayor, el editor del diario Sport o el secretario de los que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte, conocido desde ahora como "Súper Flash" por su innata habilidad a la hora de coger la posición cuando sale el pajarito, tendrían que limitarse a firmar el acta que todos los españoles tenemos memorizada en nuestra cabecita. Nunca una decisión estuvo tan clara, pero como este jurado nos tiene acostumbrados a adoptar algunas decisiones peculiares, deberemos esperar un tiempo prudencial hasta conocer oficialmente lo que todos sabemos ya de forma extraoficial; esto es, que nuestra selección de baloncesto, tras su espectacular triunfo en el Mundial de Japón, se lleva merecidamente el gato al agua.
Firmen pues y no nos hagan perder el tiempo. Completen la terna de candidatos finales a la que les obliga el reglamento oficial y déjense llevar por esa auténtica riada humana que el lunes asomó, sólo asomó, su cabecita por la madrileña Plaza de Castilla, transformada para la ocasión en after hours de la ilusión popular. Rubriquen ustedes la decisión y, si así lo consideraran imprescindible, queden para más adelante, pero sepan que cualquier decisión que no fuera la de premiar el esfuerzo titánico de esos jugadores, la hábil dirección del cuerpo técnico o el emocionante gesto de Pepu Hernández, ocultando el fallecimiento de su padre ocurrido tan sólo pocas horas antes de la final para evitar que la mala noticia distrajera la atención de su equipo, no sería comprendida por la gente.
El inoportuno Arthur (no sé si con "h" intercalada) Mas acaba de comentar que, llegado el momento, deberíamos preguntarle a Pau Gasol con qué selección querría jugar él, si con la de España o con la de Cataluña. Afortunadamente no hace falta preguntárselo ni a él, ni tampoco a su hermano Marc, ni a su hermanito pequeño, ni a Agustín Gasol, padre de los héroes, ni tampoco a Marisa, madre de los artistas. Pero ni siquiera Arthur, el soltero de oro, podrá amargarnos la fiesta. Queremos más Gasoles y menos Mases. Necesitamos más Gasoles y menos Mases.