Siempre es trágica la muerte. Fue trágica ayer la muerte de la gran actriz Emma Penella y ha sido trágica también esta madrugada la muerte del maestro de periodistas Francisco Umbral. Pero en el caso de Antonio Puerta, un hombre joven, un deportista profesional que sólo tenía 22 años y que el sábado cayó repentina e inesperadamente fulminado por un rayo invisible en el estadio Sánchez Pizjuán, a la tragedia se añaden la incredulidad y una notable y creciente sensación de injusticia. Nunca es justa la muerte, pero, a medida que va avanzando nuestra vida, vamos recibiendo, dosificado, primero a cuentagotas y luego más rápidamente, un cursillo intensivo de preparación para la muerte. Antonio estaba en la edad de soñar, de construir, de edificar, de tener muchos hijos y de planificar, no en la hora de morir.
Quiero que quede constancia de que hoy no tengo ganas de escribir, y que lo que escribo me duele en lo más profundo del alma. Si lo hago no es desde la información, puesto que no conocía personalmente a Antonio, sino únicamente desde la emoción que me ha producido su fallecimiento. Desde que el otro día le ingresaran en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla he seguido al instante, me parece que como ha hecho media España, la evolución en su estado de salud. Desgraciadamente, a medida que pasaban las horas se hablaba más de "milagro" que de otra cosa, pero el milagro no llegó. La UEFA, sensible por una vez, ha hecho lo que debió hacer mucho antes y ha suspendido el partido entre el AEK, cuyos jugadores están desolados por otros motivos, y el Sevilla.
Sólo nos queda respetar el inmenso dolor por el que tiene que estar atravesando ahora mismo la familia y animar al sevillismo. Antonio Puerta, una de las joyas de la cantera del equipo andaluz, iba para gran estrella del fútbol europeo si es que no lo era ya. Iba a estar, seguro, en la lista de Luis Aragonés para la Eurocopa de 2008. En medio de la tragedia de la muerte de un futbolista tan joven, rescato el emotivo gesto de la plantilla del Betis yendo a visitarle al hospital y la frase de un anónimo aficionado verdiblanco: "Me gustaría que pudiera jugar el derbi y que además fuera él quien nos marcara el gol de la victoria del Sevilla". Ya decía al principio que hoy no tenía ganas de escribir, y al final continúo sin tenerlas. Rezaré por Antonio.