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El penúltimo raulista vivo

Mourinhista Pellegrini

Del extraordinario momento de forma arbitral por el que está atravesando el Fútbol Club Barcelona puede dar fe el Grand Slam que los culés acaban de lograr encadenando polémicas arbitrales ante Sevilla y Valencia en Liga, Real Sociedad en Copa y, por fin, Manchester City en Champions. De esta furia arbitral únicamente logró escapar, y por los mismísimos pelos, el Valencia, que le marcó tres goles al equipo catalán en el Camp Nou, el resto cayó cruelmente eliminado. Por lo demás, el Barcelona es el equipo con más penaltis a favor y rivales expulsados, 36 y 25 respectivamente. El equipo azulgrana es el que más veces ha jugado en Europa con superioridad numérica muy por delante del Arsenal, que lo hizo en 18 ocasiones. Conclusión: así es imposible.

"¡Casualidad!", gritan a barlovento... "¡Casualidad!", repiten a sotavento. Y yo, llegados a este punto de casualidades encadenadas machaconamente una detrás de otra, parafraseo al gran poeta y dramaturgo alemán Friedrich Schiller cuando dijo aquello de que "no existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas". El caso es que estas fuentes ni siquiera están tan profundas, si acaso dos metros bajo tierra, y uno no tiene que escarbar demasiado para hilar tres o cuatro frases de Platini por aquí y otras tres o cuatro de Blatter por allá para percibir que lo que ahora conviene y está de moda es que gane el Barcelona. De España ya ni hablamos. Aquí un colega de Radio Marca pilló in fraganti a Villar y a Rosell reunidos a escondidas y al primero diciéndole al segundo "¿qué más quieres que te dé, Sandro, si ya te lo he dado todo?", y el periodismo deportivo como quien oye llover.

Por cierto que anoche se me rompió un mito. Si algo salvaba a Manuel Pellegrini, puesto que de títulos anda aún más escaso que Wenger, era justamente su caballerosidad y respeto hacia las instituciones, su savoir faire, su modo pausado y elegante de referirse siempre a sus rivales, esa elegante sonrisa que suele caracterizar al hombre que consintió que le hicieran la plantilla mientras él se iba de vacaciones a su Chile natal o que cambiaba las concentraciones con los jugadores por una apuesta. Pero no, resulta que Pellegrini es un caballero los lunes, miércoles, viernes y domingos y mourinhista el resto de la semana. Ayer a don Manuel le tocó ser mourinhista y puso a caldo (con razón) al árbitro que conquistó con una sola decisión el juego, el set, el partido y la eliminatoria para el Barça. Mal, muy mal don Manuel. Uno no puede fiarse de las apariencias. Ya no quedan caballeros en el fútbol mundial. Reitero desde la depresión más absoluta: se me cayó un mito.

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