Jürgen Klopp desmintió ayer la información del diario Bild en la que aseguraba que José Mourinho le había reconocido que la temporada que viene entrenaría al Chelsea. Al técnico del Dortmund le informaron de lo que él mismo habría dicho y éste montó en cólera. Imagínense la escena: Klopp y Mourinho coinciden un minuto antes del partido más trascendente del año para sus respectivos equipos y el portugués aprovecha para informarle de que deja el Real Madrid para irse a la Premier. La no noticia del Bild corrió, claro, como un fulgurante y explosivo reguero de pólvora por los medios nacionales. Atrás, muy atrás, quedaron aquellos tiempos que retrata Alan J. Pakula en la magnífica Todos los hombres del presidente: Ben Bradlee persiguiendo por la redacción del Washington Post a Carl Bernstein y a Bob Woodward para que otra fuente más les confirmara la próxima información... ¿Confirmar? ¿Contrastar? ¿Corroborar? ¿Para qué?...
El objetivo no es otro que convertir como sea a Mourinho en el enemigo público número uno también de su propio club, establecer a su alrededor un cordón sanitario mundial hasta transformarle en otro chico de la burbuja de plástico, no vaya a ser que se lo piense y acabe cumpliendo su contrato: Mourinho contándole que se va al presidente del Canillas, al entrenador del Borussia, al portero de La Finca, al Cholo Simeone, al frutero de El Corte Inglés, a un vecino, a una prima, al director del colegio de sus hijos, a un peatón que cruza el paso de cebra, a un señor de negro que pasaba por allí, al controlador de la ORA... a cualquiera menos al presidente y a los socios del Real Madrid, institución por la que sigue sin mostrar el menor aprecio y que continúa fustigando con el látigo de su indiferencia al dejarse querer por el fútbol inglés.
Pero el esfuerzo de la opinión publicada española resulta baladí. A Mourinho le odian todas las aficiones de España... salvo la madridista. Como debe ser. Cuanto más le sacude el periodismo, más madridistas idolatran a Mourinho, y ahí están las encuestas internas que maneja el club. Yo creo que existe cierto grado de frustración personal entre algunos colegas míos de profesión al comprobar que sus esfuerzos se ven reducidos a la nada cuando acaba el día y que ellos no acaban de ser José María García, que cesaba entrenadores, derribaba ministros y paraba huelgas en vivo y en directo. Molesta e iniquieta el halo de inviolabilidad, impermeabilidad e independencia que pese a todo mantiene incólume José Mourinho. Por molestar, al antimadridismo le molesta incluso que el madridismo crea que el martes remontará. Pero esa es otra historia...