El otro día, a propósito de una cuestión económica que nada tenía que ver con el fútbol, oí al profesor Barea decir en La Linterna que el problema del Gobierno no es que no tuviera un "plan B" sino que carecía también de un "plan A". Eso le pasa a Pedja Mijatovic. Que el puesto de director deportivo del Real Madrid le viene tan grande a él como me vendría grande a mí dirigir, por ejemplo, The New York Times, es algo que hoy no escapa absolutamente a nadie. Lo sé yo, lo sabe él, lo saben también los jugadores, lo conocen los aficionados y probablemente lo sepa, aunque se lo callara en su brillante exposición del otro día en el Centro de Estudios Villanueva, el mismísimo Ramón Calderón. Como diría el profesor Barea, el problema de Mijatovic no es que no tenga un "plan B", que no lo tiene, sino que llegó al cargo sin un "plan A", y ahí está para demostrarlo el giro deportivo de 180º que ha dado de improviso el club en pleno mes de diciembre.
De "Rosaldo" –así le ha bautizado Fernando Echeverría y así se quedará porque le viene ciertamente al pelo– tendrían que haber prescindido en junio. Entonces el Milan tenía prisa y el Real Madrid no. Yo le habría metido en la "nevera" en el preciso instante en que criticó a su propia afición y luego, con total tranquilidad, le habría dado pasaporte. Pero no. De repente a Capello le entró la fiebre y fue cuando Mijatovic apareció en la prensa para afirmar, ufano, que habían dado con la clave. Una de aquellas mágicas claves no era otra que la de malvender a "Rosaldo". La otra, ya conocida, apartar a Cassano y a Beckham del equipo. El italiano igual tiene que tirar de éste último para completar una lista razonable.
Con todo y con eso lo peor no ha sido prescindir de "Rosaldo", no. Yo creo que está más acabado que el sistema Beta. Lo peor ha sido que, tras poner de patitas en la calle a un delantero centro, Mijatovic descubre que el equipo se queda cojo en una posición tan sensible como es la del goleador: no tenía un "plan B" porque carecía totalmente de un "plan A". Oliveira habría sido una magnífica solución, pero nadie mínimamente serio puede pensar que una operación de esas características puede cerrarse en veinticuatro horas. El "fichaje" merengue ha sido Miñambres. Pero por lo menos Calderón empieza a cumplir sus promesas: Kaká y "Rosaldo" jugarán juntos.