Cómo cambia la historia. Del miedo escénico ajeno que tanto admiraba Jorge Valdano se ha pasado ahora al miedo psicológico propio desvelado anoche por Fabio Capello. Pero a mí me parece que quien tiene verdaderamente miedo es él; quien tiene auténtico pavor al estadio Santiago Bernabéu, que es el suyo, es él. No hay más que ver el desarrollo del partido contra el Bayern. El Madrid salió a merendarse al equipo alemán y rápidamente (minuto 9) se adelantó en el marcador con gol de Raúl. Y entonces, como por arte de magia, reculó, se echó para atrás, jugó a la italiana. Llegó el gol de Lucio (minuto 23) y el Madrid volvió a irse a por el Bayern. Se adelantó nuevamente el Real con otro gol de Raúl (minuto 28) y más tarde de Van Nistelrooy (minuto 33) y se fue así al descanso, con 3-1 en el marcador.
¿Qué pasó en el vestuario? ¿Qué sucedió durante esos quince minutos? Pues lo que sucedió es que a Capello le dio por pensar y, como le decía "Ladrillo" a su guardaespaldas en Snatch. Cerdos y diamantes, el que Capello se ponga a pensar siempre mete en problemas al Madrid. ¿Cómo pensó Capello? Capello pensó "en italiano". Pensó que un 3-1 estaba fenomenal. Pensó que, si se mantenía ese resultado, el Bayern tendría que ganarles en la vuelta por 2-0. Pensó que tendría que dárseles muy mal para no lograr al menos un gol en Munich. Y pensó que, a lo mejor, yéndose hacia atrás y jugando a la contra llegaría el cuarto y definitivo. Cedió terreno, reculó, le ofreció el balón al Bayern, y el Bayern, claro está, se quedó con él. Y, en el minuto 88, llegaron el gol y la "butifarra" de Van Bommel. Difícil para la vuelta.
Me dio por imaginar qué habría sucedido en esos quince minutos si en el vestuario, en lugar de estar duchándose Gago, Guti, Higuaín y Cannavaro, hubieran estado Juan Gómez, Camacho, Santillana y Stielike. Es posible que Van Bommel hubiera marcado igualmente el 3-2, pero el Bayern no habría detectado el miedo del entrenador inyectado en los ojos de sus jugadores. Kahn ya ha empezado a calentar el partido de vuelta. Dice que el Allianz Arena va a arder. Ahora son los otros los que advierten, otros los que amenazan, otros los que meten miedo. Y los jugadores no podrán quejarse del apoyo de su público. Ayer no fue el Teatro Real, precisamente, sino un auténtico hervidero. Ardió también el Bernabéu, pero en el banquillo del equipo local estaba sentado un hombre con mucho miedo. Y a mí, qué quieren ustedes que yo les diga, lo que me da miedo es el miedo de Fabio Capello.