Adán es un daño colateral. Quiero decir que, en su afán por presionar a Florentino Pérez para que prescinda del entrenador, hay colegas míos de profesión que no piensan hacer prisioneros y que no van a frenar por un Adán más o un Adán menos. Para ellos Antonio es un ciudadano de segunda, un canterano de tercera, un futbolista de cuarta, un madridista de quinta, un ser humano de sexta. Lo de la afición (siento la generalización) tampoco es nuevo; que le pregunten si no a Agustín, objetivo durante muchos años de la mofa continuada del estadio Santiago Bernabéu. Mourinho vuelve a tener razón: con tal de sacudirle a él están dispuestos a desintegrar a un chaval que, no nos olvidemos, forma parte de la primera plantilla del Real Madrid; el problema es que a Mourinho los palos le resbalan pero a Adán pueden hacerle mucha pupa. Da igual, un daño colateral.
Ayer se le preparó otro bonito recibimiento en su propio estadio al hombre que ha logrado arrebatarle la mejor Liga de la historia al mejor Barcelona de todos los tiempos. Tengo un lorito que se llama Pepito y que no hace más que repetir la misma frase: "el público es soberano, el público es soberano, el público es soberano"... Por supuesto que el público es soberano. Mi lorito Pepito también lo es pero no tengo muy claro que en el fondo sepa lo que dice. A veces me paro delante de su jaula y le pregunto, muy serio: "Por qué, Pepito, por qué... ¿El público es soberano por qué?"... Y el me mira, hace un gorgorito, se come un cacahuete y responde: "El público es soberano, el público es soberano, el público es soberano"... De acuerdo: el público, que paga, es soberano para pitar a quien quiera; el entrenador, que cobra, es soberano para alinear a quien le dé la gana. ¿Hace Pepito?...
Bonito espectáculo están dando con Mourinho los mismos que se han tirado un cuarto de siglo criticando el poder de las "vacas sagradas" del vestuario. Debe ser que la cantera sólo sirve para buscarle las vueltas al crítico Arbeloa o al portugués Coentrao por costar 30 millones de euros y fumarse un cigarrillo. De repente la soberanía del fútbol reside en el público, como me apunta en este preciso momento mi lorito Pepito, y en la prensa deportiva pero nunca en el entrenador. La solución está clara: que Florentino coloque unos encuestadores a las puertas del estadio y que la afición se encargue de hacer las alineaciones. El problema llegará cuando el presidente tenga que cesar al público debido a los malos resultados, pero entonces le preguntaremos qué hay que hacer a mi lorito Pepito. Ya sabemos la respuesta, ¿a que sí?...