Pongamos las cosas en su justo término. Da un poco de grima ver cómo se celebra en Argentina la clasificación (con más pena que gloria, en el último minuto y frente a un rival capitidisminuido) para el Mundial del año que viene. Y sorprenden (y sonrojan) los adjetivos calificativos que se le aplican a Leo Messi. Digo yo que en algún momento a lo largo de la inacabable fase de clasificación, que ha sido mediocre hasta decir basta, debía aparecer quien, en opinión de muchos, es el mejor futbolista que ha habido, hay y habrá jamás en el futuro. Si Argentina se ha clasificado con tantísimo sufrimiento ha sido, entre otros motivos, porque Messi no apareció... hasta el otro día. Que la bicampeona mundial se clasifique para Rusia-2018 es lo normal, lo trágico es que hubiera sido eliminada en un Grupo tan absolutamente mediocre.
Argentina juega mal al fútbol, muy mal, lo que no quiere decir en absoluto que no esté en disposición de proclamarse campeona del mundo. Jugando mal conquistó los Mundiales de 1978 y de 1986, el primero con ciertas connotaciones extradeportivas. En el segundo, el de Bilardo y Maradona, el entrenador y su líder supieron hacer de la necesidad una virtud y, enfrentados contra todo y contra todos, y especialmente contra la prensa de su país, emplearon esa soledad e incomprensión como palanca para salir adelante. Algo de eso hubo el otro día cuando, tras vencer a la humilde selección ecuatoriana, un equipo sin entrenador, con jugadores suplentes y sin posibilidad matemática alguna de estar en Rusia, se insultó a los periodistas más que se celebró la victoria. Claro que ni Messi es Maradona ni Sampaoli es tampoco Bilardo.
Messi llegará al Mundial con 30 años y la necesidad perentoria de protagonizar una gesta grande de verdad con Argentina. Leo tiene dos rivales, uno retirado, que es Maradona, y otro que sigue en activo y se llama Cristiano. Maradona ganó su Mundial mientras que Cristiano viene de conquistar el suyo puesto que ganar una Eurocopa con una selección de nivel medio como la lusa es lo más parecido a ganar un campeonato del mundo. Messi tiene una espina clavada y la del próximo mes de junio podría ser su última oportunidad para sacársela. La sombra de Maradona no es sólo alargada sino también ancha porque Diego no sólo fue un futbolista prodigioso sino que lideró a sus equipos sobre el terreno de juego y transmitió a la gente la alegría de ser argentino. A Messi se le encumbra por marcarle tres goles a Ecuador en el último partido clasificatorio para un Mundial mientras que a Maradona se le recuerda por haber ganado él solo (o casi) un Mundial. La deidad está cada día más barata en Buenos Aires.