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El penúltimo raulista vivo

Messi, jugador y presidente, presidente y jugador

Nunca ha pasado por las urnas, jamás se ha puesto a recoger firmas ni por supuesto ha presentado su candidatura o expuesto su programa electoral pero, aún así, Leo Messi preside el Fútbol Club Barcelona. Y decir que el argentino dirige desde la sombra el club catalán sería demasiado benevolente para Sandro Rosell, (que sí tuvo que pasar por las urnas, recoger firmas, presentar su candidatura y exponer su programa electoral para conseguir la presidencia) puesto que el chico se jacta bravuconamente de ser la cabeza visible e invisible de un club con un presupuesto que ronda los 500 millones de euros. Lo único que ha hecho el "caso Faus", que cometió la tremenda indiscreción de decir lo que pensaba y llamarle "señor" a Leo, ha sido sacar el pus a la superficie, nada más.

Y lo peor de todo es que, del mismo modo que hubo gente que se reunió a las puertas del Juzgado para aplaudirle, a ningún socio se le pasa siquiera por la imaginación el hecho de que sea poco razonable que un jugador de fútbol, por muy importante que sea, tenga sojuzgados a sus representantes legítimamente elegidos. Y aquí, según yo lo veo, los socios de a pie tienen su cuota de responsabilidad como la tenían también cuando callaron cuando Joan Laporta utilizaba las instalaciones del club como catapulta política personal o para promocionar los fantasiosos Países Catalanes. También me parece mentira que sólo a un socio, únicamente a uno, le preocupe cuánto se ha pagado por el fichaje de Neymar y que incluso el resto le mire mal o por encima del hombro cuando ha sido el presidente quien ha regateado a la asamblea hasta que el caso ha acabado en manos del juez Pablo Ruz.

En el fondo de la cuestión Faus tenía razón: es impresentable que a un futbolista se le haya mejorado ya seis veces su contrato. Si el Real Madrid tardó tanto tiempo en llegar a un acuerdo con Cristiano fue simple y llanamente porque había dos posturas distintas, la del club y la del futbolista, y una negociación en marcha. En el Barcelona no sucede así y si resulta que quien abre el debate es ni más ni menos que el vicepresidente económico de uno de los clubes de fútbol con mayor presupuesto del mundo, quien lo cierra es el papá del jugador. A Faus le quedan ahí dos telediarios y, aunque él esté ahora por la labor de ir de rodillas a pedirle perdón a los Messi, la perspectiva del paso del tiempo le hará ver que lo que hizo estaba bien, que lo que dijo fue correcto. El silencio acusador y cobarde de Rosell no hace más que incidir en ello. Messi es jugador y presidente, presidente y jugador, aquí el orden de los factores tampoco altera el producto final.

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