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El penúltimo raulista vivo

Messi, medalla de oro de la torpeza

Estuvo hábil José María Bartomeu en los metros finales de la carrera de la torpeza, tuvo un destello de inspiración. Es cierto que retiene en contra de su voluntad, públicamente manifestada a través del famoso burofax, al mejor futbolista de la historia culé, pero el fútbol no tiene memoria, eso se olvidará y en cuanto Messi vuelva a marcar con la camiseta azulgrana todo volverá al campo. Apresándolo, Bartomeu se garantiza otro año de Messi, y a él le sobran en realidad cinco de esos doce meses puesto que dentro de siete dejará de ser presidente sí o sí. ¿Y qué mejor pararrayos puede tener que Messi sobre el campo? Si, como a lo largo de estos últimos años, Leo sigue rescatando él solito al equipo, Bartomeu se verá directamente beneficiado por su juego. Pero es que si a Messi le da por no rendir a su nivel anormal (porque es del todo anormal que un futbolista tire siempre de un equipo) será inevitable que la gente, el socio, relacionen su intento frustrado de fuga con el bajón en su fútbol.

Así que Bartomeu gana si Messi sigue siendo Messi y gana si Messi deja de serlo. Porque, y quizás debiera haber empezado por ahí, la medalla de oro de la carrera de la torpeza ha sido, indudablemente para el propio Leo Messi. Su comportamiento ha sido estrafalario y, a diferencia de su juego, que siempre resulta armonioso, poco coordinado. Si en su contrato quedaba reflejado que efectivamente podía irse gratis al finalizar la temporada y, como sostiene el Barcelona, aparecía reflejada una fecha, ¿a santo de qué sobrepasarla? ¿Por qué no comunicar en tiempo y hora que quería irse? El burofax de marras, que él trató de defender el otro día en la entrevista concedida a Goal, no fue entendido nunca como un feo a la directiva, nadie pensó que el dardo burocrático iba dirigido a Bartomeu ni que encerrara una crítica al hecho de haber tenido seis directores deportivos distintos, no. El burofax se interpretó siempre como un feo a la afición, a la institución, al club, a su club de toda la vida, al que le había ayudado a crecer. Su silencio empezó a ser dramático a medida que iban pasando los días al mismo tiempo que se iba desangrando el barcelonismo: esas conexiones televisivas con Messi chapoteando en la piscina de su casa con sus hijos, esas reuniones a la luz de la luna con Luis Suárez... Así que, cuando Messi, con su medalla de oro de la torpeza colgada al cuello, salió el viernes con un contracomunicado respondiendo a la Liga, todo el mundo dedujo que Tebas no era el receptor final sino que lo era el aficionado culé: podría irme pero como soy muy barcelonista y os quiero mucho, me quedo. Fue el prólogo de la entrevista concedida a un medio de comunicación en el que ya todo el mundo sabía que Messi se quedaba.

La concesión de dicha entrevista es otra torpeza, no para Goal sino para el jugador. Para ese tipo de cosas está la sala de prensa del Camp Nou, y no es necesario que esté contigo el presidente si no quieres. Iker Casillas, por ejemplo, quiso despedirse solo, Messi podría haber optado por quedarse en soledad, sin nadie a su alrededor. La entrevista es un error porque resulta imposible no pensar que estaba preparada, que los Messi sabían las preguntas si no las habían sugerido ellos mismos. Desde el punto de vista del periodista que la hace resulta imposible resistirse al encanto del scoop, yo también he dejado de preguntar cosas por tener a un protagonista, pero desde el punto de vista del periodismo se tiene la sensación de que Messi se escapó vivo.

Me parece que fue Marçal Lorente quien utilizó el otro día la comparación con un jarrón que se cae al suelo y se rompe en mil pedazos. Eso es Messi ahora mismo en el Barça, un jarrón chino que se ha caído y que ahora están tratando de reparar. Se llama kintsugi a la práctica de reparar fracturas de la cerámica con barniz o resina espolvoreada en oro; mucho barniz, mucha resina y, por supuesto, mucho oro van a tener que emplear en la reparación de Leo Messi, roto en mil Messis pequeñitos, inevitablemente fracturado debido a su inmensa torpeza, esa que le garantiza la medalla de oro. Y son precisamente sus mayores aduladores, sus pelotas más destacados los que hacen la uve más exagerada de la victoria por haber logrado la proeza de retener en contra de su voluntad a un futbolista hastiado de sus groupies, agotado de la ciudad, de la Liga y del país. Tanta torpeza junta condensada en tan pocos días son fruto también del endiosamiento del chico, que hace una semana creyó de verdad que efectivamente podía hacer lo que le saliera de las mismísimas narices. Si quiere volar deberá esperar un año pero no me cabe la menor duda de que, cuando llegue ese momento, el sucesor de Bartomeu hará lo que sea menester para retenerlo. Más dinero, jugadores distintos, otro entrenador... El mismo error, pero ahora cometido con un futbolista de 34 años que ya no es feliz. Bueno... para el Real Madrid.

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