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El penúltimo raulista vivo

Messi: el Barcelona no quiere renunciar a Claudia Schiffer

Messi con el Barcelona. | <span>Agencias</span>

Javier Tebas acaba de decir en el canal de Youtube de Ramón Álvarez de Mon que no hará la vista gorda con el tema de Messi. Si Ramón, que es un lince y que está al cabo de lo que pasa en la calle, hace esa pregunta es porque efectivamente se ha rumoreado que la Liga de Fútbol Profesional se pensó si hacer o no una excepción con el límite salarial del Barcelona para que éste pudiera finalmente inscribir al futbolista argentino. La respuesta de Javier Tebas a la pregunta de Ramón Álvarez de Mon es, por otro lado, la única que puede dar: &No, no la haré, es imposible&. Pero, insisto, si al presidente de la Liga le han preguntado varias veces por este asunto es porque, efectivamente, ha llegado un punto en el que ha habido quien se ha creído que cabía esa posibilidad. Y no, no cabe. O no debería caber. Eso es, al menos, lo que confiesa Tebas, quien, por cierto, yo he intuído que colaboraba también con la confusión al coquetear con esa posibilidad.

Si se ha llegado a manejar la hipótesis de que, llegado el caso, la Liga (que no es otra cosa que los cuarenta y dos clubes que la componen) mirara hacia otro lado e hiciera la vista gorda con Messi en las normas que ella misma se impuso, es porque desde Barcelona se ha insistido (eso sí, sin argumentos) en que todos perderían (todos perderíamos) si Messi se fuera, pongamos por caso, a Inglaterra. Y no es verdad. Vamos, que es mentira. Nadie perdería si se fuera Messi salvo, probablemente, el propio Messi puesto que me niego a creer que haya alguien tan loco como para pagarle a un futbolista que cumplirá proximamente los treinta y cinco años la millonada que le abona el Barcelona. Perdería Messi, ganarían los rivales directos del Barcelona, que verían cómo se debilita el club catalán, y yo creo que (y aunque esto no se atreva a decirlo demasiada gente) ganaría incluso el propio Barça, que con la marcha de Leo empezaría a ver el final del túnel de la solución de su crisis económica. Y, ante todo, ganaría la ley.

Si se hiciera la vista gorda con el caos culé, si por un instante tuviera visos de realidad lo que el otro día sugirió en El Chiringuito Pipi Estrada a propósito de que a algunos presidentes de clubes se les había pasado por la cabeza ayudar de algún modo al Barcelona para que Messi no se fuera y así, según ellos, potenciar la marca de la Liga, ése habría sido el primer paso para la descomposición del fútbol profesional español tal y como lo conocemos, convertido en el genuino Far West. Y si en Barcelona han comprado el discurso de que Messi no es sólo imprescindible para ellos sino que lo es también para el resto, o sea para mí, para usted y para todos, y existía una mínima posibilidad de que se considerase esta operación como una cuestión de Estado cuando en realidad no es otra cosa que una negociación privada de una empresa con su empleado, es porque el Fútbol Club Barcelona ha sido receptor a lo largo de los últimos años de una serie encadenada de favores, de excepcionalidades y de ilegalidades a las que el resto han asistido entre ensimismados, impotentes y embobados.

El 24 de abril de 2000 el Barcelona, que tenía que jugar el partido de vuelta de las semifinales de Copa, intenta aplazarlo infructuosamente alegando que muchos de sus jugadores tienen compromisos internacionales dos días después. Sirva añadir que en el partido de ida el Barça había perdido por un contundente 3-0 ante el Atlético de Madrid, que era su rival de aquel entonces. Puesto que la norma era inflexible y la petición culé tan surrealista como ésta de ahora de hacer la vista gorda con Messi, el día del partido el Barça compareció con diez futbolistas y su capitán, Pep Guardiola, informó al árbitro, Manuel Díaz Vega, de que no jugarían. El equipo azulgrana fue eliminado y, como marcaba el reglamento, inhabilitado para participar en la siguiente edición de la Copa. ¿Qué hizo el fútbol español?... Indultar al Barcelona.

El 23 de noviembre de 2002 el Barça recibió al Real Madrid en el Camp Nou, el de la visita de Figo. LLovieron objetos durante el partido y, a la vista de la situación, el colegiado, que era Medina Cantalejo, suspendió el encuentro a la media hora de la segunda parte durante 16 minutos. El 10 de diciembre, Competición clausuró por dos partidos el estadio azulgrana; el 27, Apelación ratificó el castigo; el 21 de marzo de 2003, el Comité Español de Disciplina Deportiva desestimó el recurso. ¿Qué hizo el fútbol español? Fácil: en 2003 la federación cambió su propia normativa sobre la clausura de recintos y se conmutaron los dos partidos de sanción por una increíble multa de 4.000 euros. El 3 de septiembre de 2003, y en vista del fenomenal resultado que le dio la vez anterior, el Barça volvió a repetir la historia de las semifinales de Copa pero esta vez en la Liga. Lo que pretendían entonces era adelantar su partido ante el Sevilla porque el fin de semana siguiente había partidos de selecciones y si jugaba el miércoles no podía contar con Cocu, Reiziger, Gio, Overmars, Kluivert y Saviola. El Sevilla, claro, no aceptó. El Barça colocó entonces el partido el miércoles a las doce y cinco minutos de la madrugada y la federación y la Liga simplemente volvieron a tragar.

En agosto de 2006, Xavi y Puyol, que habían sido convocados para jugar un partido amistoso ante Islandia en Rejkiavik, presentaron partes médicos del club por sendas lesiones: una contusión en el caso de Puyol y molestias de Xavi en una rodilla. La federación los desconvocó pero hete aquí que, sorprendentemente, ambos jugaron los dos partidos de la Supercopa de España contra el Español, disputados los días 17 y 21 de agosto. El Español impugnó ambos choques invocando la normativa FIFA que impedía a un futbolista que había causado baja con su selección jugar con su equipo en los cinco días siguientes. ¿Qué hizo la federación? Sencillo: desestimar el recurso al entender que la desconvocatoria tenía un "valor incontestable" y era "discrecional por parte del convocante". La famosa discrecionalidad culé. El fútbol español, o sea la federación y la Liga, han convertido al Barcelona en el Richie Rich de la película Niño rico. Richie tiene su propio parque de atracciones, un Burguer en casa y su profesora de gimnasia es la mismísima Claudia Schiffer. Han malcriado al Barcelona, le han dado todo, ha incumplido la ley saltándosela a la torera o simplemente la han reinventado, la han readaptado, de modo que ahora es fácil entender que alguien haya podido creer en serio que el Rayo, el Valladolid o el Huesca, por ejemplo, tienen que rascarse el bolsillo o mirar hacia otro lado para que Messi pueda seguir cobrando cien millones al año. Porque, ¿quién renunciaría a seguir teniendo a Claudia Schiffer como profesora particular de gimnasia?

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