Tal y como acredita Carlos Toro en su libro Anécdotas del fútbol, Luis Aragonés llegó a decir de Ronald Koeman que tenía menos cintura que la rueda de un tractor. Reconozco que, al leerla, me sorprendió mucho la frase del seleccionador nacional español acerca del holandés porque, siendo cierto que Koeman, debido en gran parte a su constitución física, no era un defensa de movimientos especialmente ágiles, creo que de él se podían decir muchísimas más cosas buenas que malas. Supongo que Luis tendría otro día malo, pero Koeman, que ya hemos quedado en que no era Julio Bocca precisamente, sí tenía sin embargo un sexto sentido que le permitía anticiparse a las acciones del rival y poseía un talento prodigioso a la hora de desplazar el balón y lanzar las faltas. Desde mi punto de vista, Koeman era la prolongación de Johan Cruyff sobre el terreno de juego, un hombre disciplinado tácticamente y una de las claves del éxito del famosísimo dream team. Algo debió hacerle Tintín a Luis para que dijera aquello tan injusto de uno de los mejores futbolistas holandeses del último cuarto de siglo.
Otro holandés ilustre, el gran Marco Van Basten, afirmó una vez lo siguiente: "Si yo he tenido diez entrenadores, uno me enseñó algo, tres no me estropearon y seis intentaron joderme". No sé por qué dimos por hecho que Koeman, que era un futbolista espectacular y uno de los protagonistas fundamentales de la época dorada culé, sabría apretar correctamente la clavija del Valencia y que el equipo pasaría de jugar mal a hacerlo bien y de perder los partidos a ganarlos, pero lo cierto y verdad es que, lejos de dar con la clave desde el banquillo, pareciera que Koeman está experimentando, probando cosas nuevas, dedicándose a inventar mientras la plantilla se hunde y la afición no espera siquiera a que comience la segunda parte para marcharse de Mestalla. Pensándolo bien, quizás sería más acertado aplicar las frases de Luis y de Van Basten al Koeman que entrena y no al Koeman que jugaba porque Ronald, que era un futbolista en el que se podía confiar ciegamente, se ha convertido en un técnico que siembra el desconcierto entre sus jugadores.
Probablemente Koeman quiera que su Valencia juegue muy bien y tenga la pelota en su poder, pero demuestra tener menos cintura que la rueda de un tractor cuando insiste reiteradamente en cambiar los esquemas tácticos y mentales de unos jugadores que llevan mucho tiempo defendiendo otro estilo radicalmente distinto. Precisamente porque el equipo está tocado física y psicológicamente y porque ha entrado en una dinámica negativa que parece irremediable, Koeman, que ha caído en Mestalla como lo haría un miembro de la BRIPAC sobre el Kurdistán iraquí y que presumiblemente va a estar más años en Valencia, tendría que extraer algunas conclusiones. Después de un 0-3, (otro 0-3 en realidad) esta vez ante el Barcelona, no puede salir diciendo que los resultados no van a cambiar sus ideas porque, parafraseando a Juan Zorrilla, lo importante no es tener muchas ideas, sino la oportuna en cada caso, y lo único oportuno en este momento para el Valencia es que el equipo gane partidos, con las ideas de Koeman o con las de Toñín el torero, si es que a la nueva imagen corporativa del Real Madrid le va también esto de entrenar. Tintín, que sólo tiene la culpa de haber aceptado una oferta a mitad de temporada y probablemente cuando no tocaba, sí es responsable del notable empeoramiento experimentado por un equipo al que se ve claramente que no conocía ni por fotos.