Esto es algo que también intentó cambiar en vano José Mourinho, acostumbrado al público fiel del Chelsea y, en general, al cariño sin condiciones de los seguidores de la Premier a sus respectivos colores. Cuando Mou se dio cuenta de que la afición que puebla el estadio Santiago Bernabéu seguiría pitando al equipo a las primeras de cambio independientemente de lo que hubiera conseguido un día antes, una semana antes o un mes antes, decidió no gastar ni medio minuto más en escalar aquel inalcanzable ochomil futbolístico. Aquí, en Madrid, en la tierra de las diez Copas de Europa, es el equipo el que tiene que animar a los aficionados y no al revés. Y quienes se ven, de repente, abucheando a éste o aquel futbolista, adoptan de repente un aire muy filosófico, muy científico, para razonarte que ellos son exigentes y que es precisamente su nivel de exigencia el que hace grande al Real Madrid, olvidando que su herencia es fruto del trabajo y del esfuerzo de una generación de hombres y mujeres a los que conocen gracias a los libros de historia.
Iker no lo puede decir pero yo sí: lo de que el público es soberano es una pamplina. ¿Por qué pitaban exactamente ayer a Casillas? ¿Qué culpa tuvo en el primer gol del Atleti? ¿Y en el segundo?... Ya lo digo yo: ninguna. Hace tres semanas me metí en un lío del mil demonios al llamar paletos vía Twitter a los aficionados del Valencia que insultaron a Diego López llamándole "portero de discoteca". Anoche me lo recordó un aficionado ché: "¿Y ahora qué?"... Me atrapó en mi propia trampa. Que conste que yo no quiero convencer a nadie de nada. Ni quiero convencer al que pita para que deje de pitar ni al que come pipas para que deje de comerlas y anime al equipo. Esa es, al parecer, la idiosincrasia de algunos seguidores del Real Madrid que asisten habitualmente al estadio Santiago Bernabéu para devorar a sus jugadores como si de un ancestral rito se tratara. Estoy seguro de que muchos de los que ayer guardaron un minuto de silencio por Fernando Zunzunegui no sabían quién era o qué hizo.
"¿Puedo criticar ahora a mi equipo o todavía no"?, me preguntaba ayer irónicamente un aficionado después de que el día del 4-2 ante la Real Sociedad servidor estallara de ira por la actitud de algunos presuntos madridistas. Te respondo por aquí: Tú puedes hacer lo que te venga en gana, por supuesto, sólo faltaría; y yo no soy nadie para decirte qué tienes que hacer y qué no. Y además seguirás haciéndolo porque probablemente lo hiciera también tu padre y, antes que él, tu abuelo, y hayas heredado de ellos la fusta con la que acudir al estadio Santiago Bernabéu. Tan libre eres tú para pitar como yo para opinar libremente que resulta ciertamente paradójico que el club deportivo más grande del mundo se vea obligado a convivir con una afición tan cegata. Es tan evidente que el Real Madrid que ganó en mayo La Décima está pasando un momento pésimo en este arranque de Liga como que un pito, mil o diez mil no van a cambiar eso. Pero me moriré sin ver al Bernabéu convertido en un volcán con un 0-3. ¡Qué envidia de Liga inglesa!...