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El penúltimo raulista vivo

Mbappé: brotes verdes

Kylian Mbappé, junto a Vinicius. | Cordon Press

En lo tocante a Kylian Mbappé estoy bastante de acuerdo con Luis Herrero, cuestión ésta que preocupa mucho a Juan Pablo Polvorinos por Luis pero que a mí me preocupa por mí mismo. Seré breve: Luis dice que sigue sin comprender por qué Mbappé le dio calabazas al Real Madrid cuando su sueño de niño no era otro que jugar en nuestro equipo, y yo, como él, sigo sin comprenderlo tampoco. Añade que cuando alguien empeña su palabra en algo, lo que sea, ya no hay nada más de lo que hablar y que por lo tanto no hay jeques, Qatar, Elíseos o Macrones que valgan, y yo estoy de acuerdo con él. Y sitúa su perdón, por llamarlo de algún modo porque en realidad ni al jugador ni al Real Madrid le hace falta nuestro perdón, en el césped: será el campo el que incline la balanza de uno u otro lado y si resulta que Mbappé se tira 5 años extraordinarios en el Madrid, marcando un porrón de goles y consiguiendo para el Real otro zurrón de títulos, únicamente un necio se negará a aplaudirlo. He estirado un poco el argumento sin su permiso aunque creo que la lectura que hago del mismo es la correcta.

Esa es la situación en la que nos encontramos los tres o cuatro locos que pensamos que lo que hizo Mbappé hace dos años no estuvo bien. A lo largo de mis 61 años de vida he visto a muchos futbolistas vestir la camiseta del Real Madrid, muchísimos. La mayoría de ellos excepcionales jugadores. Les he deseado lo mejor porque defendían a mi equipo del alma, pero no he admirado a todos y mucho menos los he querido. Por ejemplo: admiré a profundamente a Cristiano pero quise a Juan Gómez, y eso que CR7 consiguió para el Real bastantes más títulos que Juanito. Pero, como escribió Lope, el querer no es elección porque ha de ser accidente. Es improbable que, por mucho que lleve a la espalda el 9 del Madrid, yo termine queriendo a Mbappé, aunque es muy posible que le admire y que le desee lo mejor por la cuenta que me trae.

Otra cosa es que le entienda. Yo era muy malo en matemáticas porque no las entendía. Necesito comprender y, cuando comprenda, pienso que empezaré a perdonar. ¿En qué estado me encuentro hoy? ¿Estoy más o menos cerca de entender a Mbappé para así poder perdonarlo en el futuro? Pues yo diría que hay brotes verdes. ¿Por qué? ¿Por su tuit de ayer?... Pues no. Por supuesto que Mbappé tiene que estar felicísimo de venir al mejor club deportivo de la historia. Todo el mundo es mejor en el Madrid, el Real es una fábrica de felicidad. Su tuit era redundante. Salvo dos o tres casos, todos los jugadores son felices en el Real Madrid. ¿Hay brotes verdes porque hoy ha dado las gracias a Florentino y ha dicho que cumple un sueño? Pues tampoco. Naturalmente que tiene que darle las gracias a Florentino, que le perdonó el desplante. Los brotes verdes no vienen por nada de eso sino que proceden de lo que ha esbozado (y que yo espero que remate a mediados de julio, cuando sea presentado oficialmente) sobre su experiencia en el PSG. Cuando atienda a sus motivos, y lo haré, trataré de comprender sus acciones.

Nunca me ha valido el "porque sí". ¿Porque sí por qué? Pues porque no. Entre quienes ven en Kylian Mbappé como un nuevo Francisco de Asis resucitado y aquellos que empiezan a sugerir que supone un problema para el Real Madrid tiene que existir a la fuerza un término medio. Yo creo que Francisco de Asis sólo hubo uno y que con él se rompió el molde, y me parece que asegurar que fichar a uno de los dos o tres mejores futbolistas del planeta es un problema para Ancelotti supone una soberana estupidez. Kylian ha dicho cosas interesantes que deberá ampliar. Ha dicho que llega con humildad. También que se siente liberado. Ha dicho que en su ex club le trataron de manera violenta. Y ha dicho algo que a mí personalmente me ha sorprendido y es que Luis Enrique le salvó. Entre quienes dicen, como mi amigo Alfredo Duro anoche en El Chiringuito, que lo que ha hecho Mbappé es sobrevivir estos dos últimos años en París y quienes ya están buscando los enfrentamientos que no encontraron entre Vinicius y Bellingham, debe haber un punto intermedio de coherencia crítica. Porque la crítica, o por mejor decir la autocrítica, se encuentra precisamente en la génesis del quince veces campeón de Europa. Porque eran quince, ¿no? ¿O cómo va ya la cuenta? Ya no me acuerdo.

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