Tras ver en acción a Toro Moreno (Mike Lane), el veterano periodista deportivo Eddie Willis (Humphrey Bogart) le dice al granuja metido ocasionalmente a promotor Nick Benko (Rod Steiger) lo siguiente: "Ese cohete nunca se elevará". Benko lo sabe, por supuesto, pero necesita a alguien suficientemente caído en desgracia como para prestarse a tirar de renombre y contactos, cubriendo así de cierta respetabilidad la carrera amañada de un pobre hombre a quien acaban de importar en barco desde Argentina y que tiene de boxeador lo que yo tengo de cura. Carne fresca para el ring. La película se llama Más dura será la caída, la dirigió Mark Robson en el año 1956, fue por cierto la última interpretación de Bogart antes de morir y es una de esas raras obras maestras que nos ha regalado el cine inspirado en el apasionante mundo de las doce cuerdas.
Salvando todas las distancias posibles, que la verdad es que son muchas, la realidad parece indicar que el cohete de Kaká nunca volverá a elevarse lo suficiente o tardará tanto tiempo en hacerlo que quizás ya no le merezca la pena al Real Madrid. Alrededor de la doliente rodilla del brasileño y de lo que en realidad pueda pasarle o dejarle de pasar se ha tejido el suficiente misticismo como para competir sin complejos con una estrella del rock, Jim Morrison por ejemplo. El estado físico de Kaká es top secret, a quien logre saltar la valla electrificada acabará mordiéndole un doberman rabioso y nadie parece estar en disposición de aclarar por qué el jugador reapareció ante el Getafe en enero, cuando saltaba a la vista que aún no estaba bien, convertido en un futbolista del montón, intrascendente, un remedo del crack que fue un día.
Una cosa es lo que nos hubiera gustado a todos que pasase y otra bien distinta lo que desafortunadamente está pasando, y lo que está pasando es que Kaká, que llegó al Madrid como una estrella y por el que se pagaron 65 millones de euros, es un cero a la izquierda de otro cero que está más a la izquierda. Salvo milagro, el chico, que firmó por cinco temporadas, alcanzará el ecuador de su contrato habiéndose convertido en una suerte de Prosinecki del Brasil. Su contratación sonaba bien, muy bien, pero ahora huele a chamusquina. Y, con ser malo lo anteriormente expuesto, lo peor de todo es que no creo que haya nadie que piense de corazón que Kaká pueda volver a ser otra vez aquel futbolista que asombrara al mundo en el año 2007. Ojalá que el cohete vuelva a elevarse, aunque me temo que ya no podrá coger la altura necesaria que requiere un club con las exigencias del Real Madrid. Mayday, mayday, la rodilla de Kaká...