En la tribu Yanomami se comen las cenizas de sus muertos porque piensan que así salvarán su alma. La familia se reúne y, uno a uno, todos van probando bocado por turno en la seguridad de que, así, su ser querido encontrará la salvación. Es una tradición. Los Masái, por su parte, tienen una celebración donde escupen a sus conocidos; además, se escupen la mano al saludar a los ancianos y salivan sobre los niños, para darles un buen futuro. Es otra tradición. Seguro que si le preguntas a un yanomamo por qué narices se come las cenizas de un muerto o a un masái a santo de qué escupe a los niños de la tribu, ellos te explicarán de un modo razonado y científico que, de no hacerlo, el muerto iría al infierno y el niño tendría una vida muy desagradable respectivamente. Tradiciones.
Los madridistas tienen la tradición de pitar a sus jugadores y ovacionar a los otros. Es otra tradición. Como la japonesa de lanzar bebés desde una altura de quince metros o la de la tribu Kayán que coloca aros en el cuello a sus mujeres para alargarlos cada vez más, las mujeres-jirafa. Ahora bien, a diferencia de los yanomamis o los masáis, que están orgullosos de sus inexplicables tradiciones, no hay cosa que peor le siente a un madridista que el hecho de que le recuerdes que pita a sus jugadores y ovaciona a los del equipo rival. Esta noche, por ejemplo, Totti tiene bastantes más posibilidades de salir por la puerta grande del estadio Santiago Bernabéu que Cristiano o Bale, a los que a buen seguro pitarán en cuanto las cosas se tuerzan un poco. Con aquel madridista que, feliz, se puso en pie y ovacionó atronadoramente a Ronaldinho, se hicieron varios reportajes y vinieron a hablar con él de televisiones de todo el mundo para que les explicara en qué consistía aquella peculiar tradición madridista.
El sábado pasará a la historia porque Cristiano batió el récord goleador de Telmo Zarra y porque, instantes antes de marcarle cuatro goles al Celta de Vigo, que era un equipazo hasta que llegó aquí, un sector del Bernabéu pitó a CR7. Humillante... para quien pitó, por supuesto. Puestos delante del espejo de su extraña tradición, aún hay madridistas que, avergonzados en el fondo, intentan explicar su reacción por la actitud de Cristiano sobre el campo, sus caras, sus broncas a los compañeros, su continuo enfado... Estaría dispuesto a creerme esa explicación de no ser por el pequeño detalle de que en el Bernabéu también se pitó a Raúl, hoy puesto como ejemplo pero a quien acabaron apodando Baúl, y a Zidane, Di Stéfano, Gento, Michel, Sanchís padre, Sanchís hijo, Sanchís espíritu santo, Juanito o Butragueño. Y a Velázquez, que en paz descanse. Y a Martín Vázquez, el Velázquez de los 80. Y a don Santiago. Y a don Alfredo. Y a Gento, el hombre-Copa de Europa. No cuela. Asumid con orgullo vuestra extraña tradición, como hacen con la suya los masái. Como hacen las mujeres-jirafa.