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El penúltimo raulista vivo

Más injerencias y menos fotos

Cuando la historia de Javier Clemente en el banquillo de la selección, muy similar a la que acontece hoy con Luis Aragonés, se hizo realmente insostenible, Esperanza Aguirre, que por aquel entonces era la ministra de Educación y Deportes, dio su opinión acerca de lo que estaba sucediendo. La ministra no hizo otra cosa que convertirse en correa de transmisión de una ciudadanía (porque el asunto trascendió a los aficionados) que no comprendía cómo era posible que el presidente de la Federación y el seleccionador nacional diesen la espalda a la opinión de la gente y acabaran enrocándose en la calle Alberto Bosch. Walter García dijo anoche en El Tirachinas que más tarde Esperanza Aguirre declararía en una entrevista que, de repetirse idéntica jugada, ya no volvería a actuar de la misma forma. No tengo confirmada esa información, pero yo sigo pensando que la ministra estuvo en su sitio. No en vano, la Federación recibió en el año 2003, por poner sólo un ejemplo, un total de 15,4 millones de euros del Consejo Superior de Deportes. Algo tendría que decir la ministra del ramo, digo yo.

En plena vorágine de connotaciones, con Carretero subiendo, Villar bajando, Pérez esperando y Luis dimitiendo a la una y volviendo a fichar a las seis, Jaime Lissavetzky, secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte, dijo que esta vez no se producirían injerencias. Bendita injerencia la que puso las cosas en su sitio de una vez por todas y le hizo ver a Clemente que aquello no se sostenía más puesto que tenía a España dividida en dos. Lissavetzky se premia a sí mismo por ser un secretario de Estado inactivo, un responsable deportivo sin opinión formada acerca de lo que viene sucediendo desde el Mundial de Alemania para acá. De la ministra Cabrera espero menos que de Lissavetzky, por supuesto.

Esta situación de encefalograma plano, esta visión vegetativa de la situación producto del miedo que estos políticos tienen a terminar ofendiendo a algún socio sin ellos saberlo, alimenta situaciones tan esperpénticas como la que se producirá los próximos días 7 y 8 de octubre. El 7 España se la juega contra Suecia. Todos estaremos muy pendientes de ese partido, y también de la lista que ofrezca Luis porque tengo la impresión de que el seleccionador está dispuesto a cometer la felonía de dejar en la cuneta al gran Raúl para salvarse a sí mismo. El caso es que el 7 juega España y al día siguiente lo hacen las selecciones de Cataluña y el País Vasco. El último partido lo jugaron en 1931. ¿No había otra fecha? ¿No tenían otro momento? Está claro que la respuesta a ambas preguntas es "sí". Sí había otra fecha y sí había otro momento, pero ninguno tan bueno como el 8 de octubre para tocarnos las gónadas. Naturalmente el señor Lissavetzky no querrá enfrentarse a Jordi Roche, presidente de la catalana, por el qué dirán. Porque, aunque parezca mentira, a él le importa lo que dirán ellos, no lo que digamos nosotros. Más injerencias y menos fotos. Acción, reacción.

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