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El penúltimo raulista vivo

Más hombres que siempre fueron negros

Floyd Patterson, el "negro bueno" de los americanos blancos, le duró a Sonny Liston, una especie de transición turbia y presidiaria entre Jack Johnson y Muhammad Ali, sólo dos minutos y seis segundos del primer asalto del combate que ambos celebraron el 25 de septiembre de 1962 en el Comiskey Park de Chicago. De la segunda pelea, disputada en Las Vegas menos de un año después, el 22 de julio de 1963, Patterson salió tan tocado que intentó borrarse del mapa. Floyd se esfumó literalmente, desapareció. Se puso una barba y un bigote postizo, cogió una maleta con lo más imprescindible y se presentó en el Idelwid Airport de Nueva York. ¿Destino?... Madrid. Eduardo Arroyo cuenta que se registró en un hotel con el nombre de Aaron Eatson y durante varios días vagó por Vallecas y Carabanchel, exagerando su falsa cojera y apoyándose en un bastón que no necesitaba. "No consigo ganar a estas dos palabras: yo mismo y por qué".

A Patterson le colocaron el injusto sambenito de boxeador blandengue y quejicoso. El solía decir que la gente contaba las veces que le tumbaban pero nunca las veces que se ponía en pie. El rascacielos sueco Ingemar Johansson, por ejemplo, le mandó a la lona siete veces en el Yankee Stadium de Nueva York, pero sólo la séptima resultó definitiva, por lo tanto Floyd se levantó seis veces del suelo, demostrando un coraje y un orgullo al alcance de muy pocos. Patterson no huyó porque fuera un cobarde sino precisamente por todo lo contrario: no podía mirar a la cara de la gente tras sus derrotas ante Liston, se sentía abochornado por haberle aguantado en pie menos de dos asaltos de forma que decidió camuflarse en España reapareciendo poco tiempo después. Su último combate fue ante Ali en el Madison el 20 de octubre de 1972: "al final comprendí que yo sólo era un boxeador y que él era historia".

Otro que siempre fue negro fue Kid Gavilán. En los jardines de Fighter's Heaven, en Pennsylvania, sobre una piedra pintada de rojo, negro y blanco que hace las veces de inexistente tumba, puede leerse el nombre del inventor del bolo punch, un upper cut que el cubano ejecutaba de abajo hacia arriba. La mafia del boxeo se cebó con Gerardo González y la dictadura de Fidel Castro le obligó a viajar como refugiado a Miami. Obligado a disputar trece combates en menos de dos años, forzado a pelear contra Carl Bobo Olson con una mano rota, le robaron injustamente la corona de los welters ante Johnny Saxton, en Filadelfia. Luego Saxton intentó suicidarse, fue internado en el Aurora State Hospital de New Jersey y acabó loco, pero esa es otra historia, una de hombres blancos. El Gavilán de Camagüey, negro desde el mismo día que nació, vendió biblias para los Testigos de Jehová y, tras sufrir tres embolias, murió casi ciego y aquejado por la enfermedad de Parkinson a la edad de 77 años. De él también tomó buena nota Ali.

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