Supongo que el estado exultante mostrado por el Tata Martino después de haber vencido por 4-1 a un equipo de Segunda División B que tiene un presupuesto de 400.000 euros (el Fútbol Club Barcelona aprobó en su última asamblea uno de 509 millones) es debido al tremendo desgaste sufrido por el entrenador argentino desde que ocupa el banquillo culé. No hay más que echarle un vistazo a una foto de Gerardo al llegar aquí, feliz y sonriente, y otra reciente, más encabritado y desaliñado y con barba de tres días, para darse perfecta cuenta de que a este hombre, que llegó aquí gracias al prodigioso efecto gravitatorio que los Messi ejercen en la directiva de Sandro Rosell, se le ha venido encima el famosísimo entorno. Yo creo que Martino se da a sí mismo por amortizado y tanto él como su equipo de trabajo tienen más o menos claro que ejercerán una labor de puente entre Guardiola y Vilanova y el que llegue a continuación.
Visto desde la distancia, yo creo que el mayor error de Martino no ha sido el de querer dotar a su equipo, que es el mejor del mundo jugando un tipo de fútbol, de un plan alternativo. Casi todos coincidimos en que la decadencia culé no llegaría tanto por el agotamiento de sus estrellas, la mayoría de las cuales siguen teniendo una edad magnífica para la práctica de este deporte, sino por el conocimiento profundo que de su estilo de juego tenían casi todos sus rivales. El Barcelona simplemente había dejado de sorprender y necesitaba un giro en su forma de interpretar los partidos. Martino, que llegó aquí por enchufe pero que en Argentina tiene cierto prestigio, quiso liderar ese cambio sin tener en el club el suficiente caché para hacerlo. Probablemente si el Tata se hubiera limitado a seguir la estela de sus antecesores nadie habría sido tan cruel con él en la derrota como lo están siendo ahora en la victoria. Porque, y esto conviene recordarlo, Martino ha ganado hasta la fecha todos los partidos salvo dos.
No es el nuevo plan lo que no gusta en Barcelona sino quién lo quiere poner en marcha. Estoy convencido de que el mismo día que el Tata dijo aquello de que si él fuera un entrenador holandés o de la cantera no habría tantas críticas hacia su persona comenzó la cuenta atrás para su destitución. Hasta Martino, que lleva en la ciudad condal dos días como quien dice, se ha dado perfecta cuenta de cual es el problema: él no es uno de los suyos, así de claro. Martino ha estado bien como broma durante un tiempo, como parche, como solución de emergencia para cubrir la desafortunada baja del anterior entrenador, pero poco más. Lo que el entorno reclama es otro Guardiola o, en su defecto, otro Vilanova. El objetivo es seguir demostrando que sólo ellos entienden la filosofía del club y que nadie que venga de fuera está autorizado a manipular el modelo.