La única diferencia entre la mano de Leo Messi y la de Raúl Rodríguez es que mientras el primero la niega con sus gestos, el segundo la reconoce al final del partido con sus palabras. Hay otra diferencia más: Messi trata de sacar conscientemente partido de la jugada para lograr un gol, engañando al árbitro, mientras que el gesto de Rodríguez es claramente instintivo. Aún así, Turienzo acertó viendo la mano de Messi y no lo hizo no viendo la de Rodríguez, casi al final del partido, y que muy posiblemente habría supuesto la victoria culé en Cornellá. Tiene razón Guardiola cuando dice que queda mucha Liga y, por supuesto, se equivoca quien hable precipitadamente de fin de ciclo: este Barcelona es un equipazo, ha sabido reunir en su plantilla a jugadores irrepetibles, en ocasiones borda el fútbol, es justo receptor de los elogios de medio mundo por no decir que del mundo entero, y... está cinco puntos por detrás del Real Madrid. Nada más que eso. Y nada menos.
Durante mucho tiempo, me atrevería a decir que más de medio siglo, el Real Madrid Club de Fútbol que también reunía en su vestuario a los mejores jugadores, que también era un equipazo, que también bordaba el fútbol y que también era justo receptor de los elogios de medio mundo por no decir que del mundo entero, jugó a la defensiva en el asunto arbitral. Las bofetadas más sangrantes, por cierto, solían venir de la ciudad condal; hubo quien, como Luis de Carlos o Florentino Pérez en su primera etapa al frente del club, pensó que lo mejor sería no entrar al trapo, aunque esa actitud caritativa hacia quien ofendió continuadamente sin obtener una justa respuesta logró que calara en el imaginario social la idea de que el Real Madrid no ganaba gracias a Di Stéfano, Kopa o Gento, por poner el ejemplo de tres jugadores de la misma generación, sino porque el club estaba confabulado con los árbitros y era bien visto por el régimen.
Tras la mano de Rodríguez no pitada por Turienzo han salido Rosell diciendo que él sólo ve lo que pita el árbitro y Guardiola afirmando que el equipo tiene que olvidarse de esas cosas. El periobarcelonismo sin embargo vuelve a descorchar su veneno más puro, el de las mejores ocasiones, el que reserva para días especiales, y recupera de nuevo la vieja conexión, ésa que con Messi, Iniesta, Xavi y Cesc lleva cuatro años sin sacar porque no ha sido necesario. Lo que yo digo es que sería muy bonito que nadie hablara de los árbitros como de unos vendidos y que se pudieran analizar errores y aciertos con total naturalidad; yo creo que, llegado ese punto y suscrito ese pacto, el madridista medio estaría incluso dispuesto a olvidar cincuenta años de mentiras, oprobios, insultos, vejaciones y humillaciones. Pero la cabra, como puede comprobarse hoy, tira inevitablemente al monte, que es donde está el pasto del que se nutre. La paz no será posible jamás por mucho que Rosell mienta y diga que él sólo ve lo que pita el colegiado: hubo mano de Rodríguez, Turienzo no la pitó y en Barcelona vuelve a hablarse del cambio de ciclo... arbitral. Lo mismo de siempre.