A estas alturas de la competición ya nadie duda de que existen dos formas de dirigir un club de élite, la del Real Madrid y la del Barcelona, pero, y desde el punto de vista extricto del jugador, también hay dos formas de irse de un club, la de Cristiano o la de Messi. La de Cristiano poniéndose una vez colorado antes que ciento amarillo, yéndose por las bravas y sin anestesia, reconociendo que fue bonito mientras duró y buscando nuevos horizontes, retos distintos, otras motivaciones, enfadando por su puesto a su afición, que no comprendió por qué eligió el final de La Decimotercera, que aún sangraba, para anunciar que se iba, pero, con el paso del (poco) tiempo, granjeándose su respeto y al fin y a la postre su agradecimiento. Por contra, la forma de irse de Messi consiste paradójicamente en quedarse; Messi se va no yéndose, Leo se va quedándose y después de haberle roto en añicos el corazón a sus aficionados. Hasta en eso son distintos los dos futbolistas que van a marcar, han marcado ya de hecho, el devenir del fútbol mundial a lo largo de estos últimos quince años.
La buena suerte de Messi es indudable puesto que nació con un talento natural para la práctica de una actividad por la cual se ingresa muchísimo dinero en el siglo XXI. Pero, y a la vista de su cara captada por las cámaras de televisión llegando ayer a los entrenamientos, esa estrella no es redonda, tiene cráteres y sólo luce a veces. Messi se ha ido del Barcelona quedándose y, por si ello fuera poco, su fortuna se ha visto un pelín eclipsada con la presencia de un coetáneo suyo, Cristiano. Puede que sin la existencia de Messi Cristiano no hubiera sido tan Cristiano pero estoy casi convencido de que sin Cristiano Messi habría arrasado y hoy sería considerado como el número uno de todos los tiempos. No es así.
Como sucede con Ramos, con Cristiano existe la sensación de que podrá tirarse jugando al fútbol al máximo nivel hasta los 39 ó 40 años, el tiempo que él quiera, pero con Messi no. A Messi le buscarán otra posición en el campo (de hecho parece que Koeman ya está aplicado a esa tarea) e irá retrasando poco a poco su posición, muy lentamente, de un modo imperceptible al principio, sin que nos demos cuenta. De Cristiano, sin embargo, no hay tampoco dudas al respecto de que continuará pegándose con los defensas hasta que acabe colgando las botas. Como del Barcelona, Messi también se fue de la selección argentina quedándose, allí tampoco es feliz; ayer Cristiano marcó su gol ciento uno con Portugal, una selección de nivel medio con la que contra todo pronóstico se proclamó campeona de Europa. Y no es cuestión de cláusulas, no, porque la de Cristiano era trescientos millones de euros superior a la de Messi, sino de carácter... por ambas partes, también por parte del dirigente. Con carácter Cristiano pidió irse del Madrid y con carácter Florentino le pidió que trajera cien millones: los trajo y se fue. Sin carácter Messi envió un burofax y, con menos carácter aún y con una nula visión de futuro, Bartomeu se cerró en banda para salvar su propio culo de la quema.
Hay un libro maravilloso de Javier Marías, que escribe como los ángeles, que se titula Mañana en la batalla piensa en mí. El título hace referencia a una shakesperiana frase susurrada por los espectros de todos aquellos a quienes ha traicionado o dado la espalda Ricardo III: el duque de Clarence, lord Hastings, los príncipes Eduardo V y Ricardo, sus sobrinos, el duque de Buckingham... Le dicen "mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo". De haberla, que ojalá no sea así, yo mañana en la batalla pensaré en Cristiano porque sé que dará la cara y que se quedará, que sin lugar a dudas permanecerá hasta el instante final. Como sucede en la fábula del escorpión y la rana, todo es cuestión de carácter, el que hay que tener para irse de un lugar yéndose definitivamente y el que no es necesario poseer para marcharse de un sitio permaneciendo en él a regañadientes y llegando a tu lugar de trabajo en estado de shock. Mañana en la batalla pensaremos en Cristiano porque, a diferencia de Messi, él si se va se va pero si se queda... se queda.