Hace algunos meses me filtraron que Jaime Lissavetzky iba a dar el salto desde la Secretaría de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte a la dirección del Centro Nacional de lo que nos queda de Inteligencia, el famoso CNI. La persona que me filtró aquella información suele estar bien informada pero, aún así, quise confirmarlo por otra fuente y no encontré una respuesta afirmativa. No fui capaz de llegar más allá de la química existente entre el matrimonio Rubalcaba y el matrimonio Lissavetzky, parece que conocida por todos los compañeros que se dedican a la información política, y la opinión más o menos extendida entre todos ellos de que el actual ministro de Interior haría todo lo que estuviera en su mano para relanzar la carrera de su buen amigo Jaime.
Mi primera reacción al conocer aquella información fue de una tremenda alegría: "¡Qué bien, nos lo quitamos de encima!" Hoy puedo reconocer sin rubor que aquella fue una actitud poco patriótica por mi parte. Yo, egoísta de mí, estaba pensando sólo en mi negociado, en el alivio que supondría para el deporte español que Lissavetzky fuera ascendido en el escalafón. Me dio entonces por entrar en la web oficial del CNI, y leí en voz alta: "La misión general asignada al CNI es la de facilitar al Presidente del Gobierno y al Gobierno de la Nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones". ¿Se imaginan? No quiero ni pensarlo.
Anoche hablamos en El Tirachinas con Vicente Belda, historia viva del ciclismo español. Vicente es ahora mismo un hombre hundido. La famosa Operación Puerto se ha quedado en agua de borrajas, pero a él y a otras cincuenta personas más les han partido en dos. Hoy, un año después de iniciada la investigación, sólo queda imputado un teniente de la Guardia Civil. Lissavetzky, claro, dice que recurrirá la decisión del juez. Luego hablamos con Francisco Antonio González, el hombre del deporte del PP, y nos confirmó que Lissavetzky estaba de acuerdo con la proposición que Carod Rovira le había hecho al presidente del COI con objeto de impulsar unos juegos internacionales de países sin Estado. Volví a la página web del CNI. Repetí: "prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones". Y respiré aliviado.