Ayer comentaba, medio en broma y medio en serio, que a punto está Martin Odegaard de alcanzar a Luis Suárez en la clasificación de goleadores. Es una exageración, sí, pero que encierra un fondo de verdad. Lo cierto es que a mí, a excepción de esos episodios antropófagos que, según parece, han quedado aparcados gracias al oportuno tratamiento profesional y también a la convicción personal del propio futbolista de que por ahí no iba bien, Suárez siempre me ha parecido un fantástico jugador, uno de los diez mejores delanteros del mundo indudablemente. El Liverpool, que es un grande de Europa, vivió de sus goles, 31 en total el año pasado, que le llevaron a convertirse en ganador de la Bota de Oro igualado con Cristiano. En cuatro temporadas, un total de 82 goles, 61 de ellos conseguidos en los dos últimos años.
¿Qué le pasa a Suárez?... Ni imaginar quiero qué se estaría diciendo de un futbolista del Real Madrid, y significadamente de Gareth Bale, si a estas alturas de la competición hubiera marcado únicamente cinco goles, dos de ellos en Liga. Si Suárez jugara en el Madrid y se hubiera pagado por él ese dineral que pagó el Barça, ya se le habrían sacado a estas alturas lesiones al cuadrado, inadaptaciones elevadas al cubo, irregularidades multiplicadas por seis, problemas con otros compañeros... El promedio del uruguayo es espectacularmente desalentador y ciertamente preocupante: 0,33 goles. De forma que mi exageración twitteriana ("Odegaard está a punto de alcanzar a Suárez en la clasificación de goleadores") encierra en efecto una verdad: el Fútbol Club Barcelona tiene un problema, otro problema.
El fracaso de Suárez pasará inadvertido y quedará disfrazado mientras al equipo le vaya razonablemente bien y logre títulos. Hasta ahora se ha destacado de él una habilidad que nadie resaltó jamás mientras jugó al fútbol en Ajax o Liverpool: su capacidad como asistente. Pero a Luis no se le trajo a España ni se pagaron por él 81 millones de euros por su capacidad para asistir sino por su habilidad a la hora de resolver. "Demasiado gallo en el mismo gallinero", creo que dijo al respecto Johan Cruyff. Puede. Porque en el Barça resuelve Messi, luego Messi, después Messi, más tarde Messi y, si acaso queda algo, las sobras las rebaña Neymar. No creo que el club catalán aguante mucho más si Suárez acaba la temporada con ese pírrico 0,33 de promedio goleador. Será complicado justificar un desembolso tan extraordinario. Aunque el problema es Bale.