Ayer me regalaron Mourinho, los secretos de su éxito, de Nuno Luz y Luís Miguel Pereira, un libro que, según dice el propio José Mourinho en la portada, "es fiel a la realidad porque cuenta con aquellos que me conocen realmente: mis jugadores". No me parece que, a excepción de la afición, Mourinho tenga demasiado aprecio por los otros estamentos del fútbol: pasa olímpicamente de los directivos y es conocida de todos su mala relación con muchos árbitros. El caso de los jugadores es distinto. Allá donde va, ya sea Portugal, Italia, Inglaterra o ahora España, Mourinho blinda a los futbolistas preservándoles del mundanal ruido y llegando a tener con la mayoría una relación de hermano mayor, consciente como es de que al final serán ellos y únicamente ellos quienes le lleven a la gloria o al infierno. Y debe ser un magnífico psicólogo porque no hay ni uno solo que hable mal de él, de su trabajo y de lo que significó como entrenador. Muchos de ellos, no me referiré a ninguno en particular porque es de dominio público, continúan manteniendo un contacto directísimo pese a que ya no trabajan juntos y probablemente no lo vuelvan a hacer en el futuro.
Al final del libro, a modo de inventario, se recogen las "marcas especiales" de Mourinho con sus diferentes equipos: 11 partidos en el Benfica, 6 victorias, 3 empates y 2 derrotas; 20 con União de Leiria, 9 victorias, 7 empates y 4 derrotas; 127 con el Oporto, 91 victorias, 21 empates, 15 derrotas; 185 con el Chelsea, 124 victorias, 40 empates y 21 derrotas; 108 con el Inter, 67 victorias, 26 empates y 15 derrotas; y, actualizado, 98 partidos con el Real Madrid, 75 victorias, 13 empates y 10 derrotas. Mourinho ha dirigido hasta la fecha a 6 equipos distintos a lo largo de 508 partidos y, desde septiembre de 2000, sólo ha perdido 57 veces. Esto, añadido al hecho de que Mourinho es también en lo mediático único en su especie, me lleva a decir que el portugués es sin género de dudas el mejor entrenador de fútbol del mundo y que, para poder establecer una comparación justa con Guardiola, el técnico del Barcelona debería emigrar y marcharse a entrenar a Portugal, Inglaterra e Italia para demostrar que la clave de todo no está en la desproporcionada calidad de sus jugadores sino en el método que aplica y los conocimientos que atesora.
Sirvan estos extensísimos prolegómenos para decir que, con todo este apabullante material esparcido sobre la mesa, no es en absoluto de extrañar que los archienemigos del Real Madrid le busquen una casa en Londres a Mourinho o inscriban, en contra de la voluntad familiar manifestada en reiteradas ocasiones, a sus hijos en un colegio de Lugano. ¡Y porque no hay Liga en las islas Cocos, que si no también!... Cuanto más lejos del estadio Santiago Bernabéu mucho mejor, no vaya a ser que Mourinho consiga con su actual equipo lo mismo que obtuvo con otros. Sólo Mourinho sabe qué va a hacer Mourinho, aunque no parece demasiado inteligente fotografiarse en Londres con todo el mundo si, como asegura Duncan Castles, tiene decidido fichar por Chelsea o Arsenal. Puede que, conociéndole un poquito, a Mourinho sí le motivase que le llamaran para sustituir a Villas Boas, que de tanto repetírselo se ha creído su sucesor, pero yo creo que al antimadridismo le puede más el placer de pensar en un Real Madrid sin Mourinho que la realidad de los hechos. Tengo la impresión de que seguirá, y que Lugano y Londres deberán esperar. Pero, insisto, únicamente Mourinho sabe qué hará Mourinho, nadie más. Ni siquiera el director del colegio de Lugano.