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El penúltimo raulista vivo

Los Super Doce

Florentino Pérez y Giovanni Agnelli. | <span>EFE</span>

En su intervención de anoche en El Chiringuito, Florentino Pérez insistió en dos conceptos: monopolio y transparencia. Según el diccionario ideológico de la lengua española de Julio Casares un monopolio es el aprovechamiento exclusivo de alguna industria (en este caso la futbolística) o comercio. En líneas generales las democracias suelen combatir a los monopolios. En España, por ejemplo, se hace a través de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, que es un organismo independiente encargado de preservar, garantizar y promover el correcto funcionamiento, la transparencia (a la que se refería ayer el presidente del Real Madrid) y la existencia de una competencia efectiva y de una regulación eficiente en todos los mercados y sectores productivos en beneficio de los consumidores. Pondré un ejemplo: si tienes un monopolio puro de plátanos, o sea eres el único productor, distribuidor y vendedor de plátanos en el mundo, resulta que puedes cobrar los plátanos al precio que te dé la gana puesto que si el consumidor quiere comerse un plátano tendrá que acudir inevitablemente a ti sí o sí ya que no tendrás competencia.

FIFA y UEFA son dos monopolios. No es de ahora, no, es de hace muchísimo tiempo. El hecho de que tú seas el único productor, distribuidor y vendedor de fútbol en el mundo acarrea efectivamente un problema de ausencia de transparencia. Es, trasladándolo a la política, como si tú llevaras toda la vida ejerciendo el poder; al final no necesitas ser transparente: Fidel, por ejemplo, fue primer ministro y luego presidente de Cuba entre 1959 y 2008, luego puso a su hermano Raúl, que lo ha sido desde 2008 hasta la fecha, y ahora Raúl ha puesto a Miguel Díaz-Canel, que estará ahí hasta que a él le dé la real gana y entonces colocará en su puesto a otro, probablemente un nieto de Castro. O sea, Fidel gobierna Cuba incluso después de muerto y nadie tiene que dar explicaciones de nada puesto que tienen montado un monopolio político: si te gusta bien y, si no, a Miami. Florentino tenía razón: hoy es posible conocer cuánto cobra LeBron James pero él no sabe cuánto ingresa Aleksander Ceferin.

La batalla que iniciaron los Super Doce en la medianoche del domingo no es una batalla romántica, no, es sobre todo una lucha económica. Como muy bien señalaba este mediodía en Fútbol EsRadio Juan Pablo Polvorinos, lo que pretenden en el fondo los fundadores de la Superliga es eliminar al intermediario: ¿por qué pagarle a alguien por un servicio que pueden hacer perfectamente los clubes? Y el intermediario, claro, se resiste, lucha a brazo partido, se agarra a un clavo ardiendo porque de lo que se trata no es del fútbol, no, sino de su tenderete. No se trata del crío que juega con un balón en el patio trasero de su casa, ese va a seguir jugando; se trata del chiringuito de Ceferin. Ayer me hacían gracia los del "to p'al pueblo" y hoy me la hacen aquellos que se autodenominan "gente del fútbol" pero que probablemente no hayan tenido que cuadrar un balance en su vida ni pagar una nómina o un seguro social. Ceferin, por ejemplo: nacido en Liubliana en una familia de abogados (no de futbolistas o entrenadores de fútbol sino de abogados), se gradúa en Derecho (no en un campo de fútbol), comienza a trabajar en el bufete familiar (no en un equipo de fútbol), después el Grupo Ceferin se especializa en la representación de atletas y clubes deportivos y, cuando el padre decide retirarse, Aleksander y Rok Ceferin, los hermanos Cefe, pasan a ser los directores. En 2011 es nombrado presidente de la federación de Eslovenia de fútbol, empieza a trabajar en el Comité Legal de la UEFA y desde entonces hasta ahora, 10 años sin bajarse del coche oficial con las lunas tintadas. En la biografía de este hombre del fútbol llamado Ceferin no aparece ni un balón, ni unas botas de fútbol, ni un campo de tierra... nada. Ceferin es un hombre del fútbol como yo lo soy de la física cinemática. El caso de Infantino es muy similar y lo más redondo que ha visto en su vida es el armario empotrado de su habitación, que de chico tendría probablemente forrada con posters de series de abogados y no de futbolistas.

Como Miguel Díaz-Canel, Ceferin e Infantino han heredado un monopolio. A éste, en concreto, se le ha dejado crecer desorbitadamente porque es un monopolio muy popular, no es como una empresa eléctrica, por ejemplo, o una petrolera. Ha crecido tanto y tan desordenadamente este monopolio dirigido por gente que no procede del fútbol que ha llegado a adquirir tintes de Estado, con sus propias reglas. Por ejemplo, si a un club se le pasaba siquiera por la imaginación acudir a la justicia ordinaria inmediatamente era amenazado con la expulsión del Paraíso. Porque en este mundo del fútbol, en este planeta independiente, no existe la justicia ordinaria, existe la justicia de Ceferin, el juez Dredd. El monopolio conduce directamente a la ausencia de transparencia y ésta acaba produciéndose con unos comportamientos e incluso una forma de hablar y de gesticular que recuerda más a Los intocables de Eliott Ness que a un equipo de ejecutivos profesionales, en concreto a aquella escena de Robert de Niro con el bate de béisbol: "Un hombre está de pie en el puesto meta. ¿Qué está a punto de conseguir? Va a conseguir una proeza individual. Está allí de pie, solo, pero en el campo, ¿qué es? Forma parte de un gran equipo. Mira, lanza, batea, corre, pero es parte de un equipo. Batea durante el largo y azaroso día pero a veces da palos de ciego... Si su equipo no le ayuda, ¿qué pasa? Es un domingo soleado, las gradas están repletas, ¿qué creéis que está pensando? Voy a lucirme yo solito, pero jamás ganará el partido a menos que el equipo le ayude".

En esa escena de la película de Brian de Palma, y después de esta exposición, Al Capone le revienta la cabeza con un bate de béisbol a un gigantón que está a punto de encenderse un puro y, de repente, un plano cenital enfoca a la mesa teñida de sangre y al resto de comensales apartando la vista del cadáver. Algo ha cambiado de repente porque ahora han decidido no apartar la vista, no mirar hacia otro lado: hoy mismo el Juzgado de lo Mercantil 17 de Madrid, a solicitud de la Superliga, ha adoptado medidas cautelarísimas por las que prohíbe a FIFA, UEFA y todas sus federaciones o ligas asociadas, adoptar cualquier medida que prohíba, restrinja, limite o condicione de cualquier modo, directa o indirectamente, la puesta en marcha de la nueva competición así como cualquier medida sancionadora o disciplinaria contra los clubes participantes, sus jugadores o directivos. Es un domingo soleado, las gradas están repletas, ¿qué creéis que va a pasar?

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