Con amigos como Pires, ¿quién necesita enemigos? En la ciudad condal los palos van por barrios y ahora le toca recibir a Henry, a quien el otro día comparé con Heracles. Los culés, trágicos y melancólicos como sólo ellos pueden, quieren y saben serlo, suelen echar siempre de menos al que no está; ahora no está Messi, el preferido, y le echan de menos a él, pero antes echaron de menos a Eto'o, que vuelve a estar, o a Ronaldinho, que también está pero es como si ya no estuviera. Los aficionados tienen grabado en su memoria al Henry del Arsenal, aquel Tití que fue a buscar a Cerbero a los infiernos, venció a las amazonas, mató a Gerión y aún tuvo tiempo suficiente para robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides; pero Henry, que en algún momento concreto a lo largo de su esplendorosa carrera deportiva llegó a transformarse, como todos, en el hijo de Zeus, es ahora el padre triste de una bonita niña que crece muy deprisa y a demasiados kilómetros de distancia en ausencia de ese señor que sale de vez en cuando por el canal internacional con la camiseta del Barça.
Bien mirado, lo único que hizo Pires, convertido en moderno Marcabrú, fue quitarle con poco tacto la venda de los ojos a la parroquia azulgrana, entretenida en recordar las gestas del héroe de Highbury, aquel hombre capaz de domar por sí sólo al toro de Creta y luego marcharse a comer un perrito caliente como si nada. La frase del delantero ("este es el Henry que veréis aquí") zarandea a los aficionados, les agita intentando despertarles del sueño, no deja lugar a las dudas y supone en cierto modo un desesperado S.O.S. lanzado por un crack que se está hundiendo cuando sube la marea. Este nostálgico y sincero autorretrato de quien fuera hace bien poco el mejor delantero centro mundial es el reconocimiento explícito de que el Fútbol Club Barcelona adquirió los derechos de un saldo de Henry, fichó a una mala copia de aquel futbolista explosivo, imaginativo y veloz como el rayo, un jugador del que se rompió el molde en el trayecto que va desde Heathrow hasta El Prat. ¿Cómo se pegan los trozos de una estrella?
Joan Laporta tiene otro problema: Messi se le lesiona mucho y Henry llegó hecho añicos desde Londres. El más listo fue, una vez más, Arsene Wenger que vendió en el momento justo. Pires tenía razón al contar que Henry no está bien, aunque no era él quien debía decirlo. Henry lo explicó mucho mejor, y lo hizo con tanta crudeza además que a la directiva del club no le va a quedar otro remedio que dejarle escapar. Porque eso es lo que quiere Henry, escaparse para estar lo más cerca posible de su hija. Estamos ante un Heracles viejo y cansado que resume sus doce trabajos en uno sólo: volver cuanto antes con su familia. En teoría, sólo en teoría, el Barcelona hizo un gran fichaje y así lo interpretaron también las treinta mil personas que se dieron cita en el Camp Nou aquel caluroso 25 de junio para recibirle con los brazos abiertos. Pero es que, por si todo lo anteriormente expuesto no fuera suficiente, Thierry Henry ha llegado a un equipo que pierde y tengo la impresión de que él ya no está para remar y que el físico sólo le da para recordar aquella vez que, hace ya mucho tiempo, acabó con el león de Nemea y después se echó la siesta.