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El penúltimo raulista vivo

Lecciones de periodismo: de las mangas de Piqué al gesto de Cristiano pidiendo fuera de juego

Al fondo a la derecha de la airadísima reacción tras el episodio de las mangas de Piqué en Albania no había en realidad otra cosa que el señalamiento de un grupo de periodistas críticos con el defensa del Barça. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, otro grupo de periodistas para los que la selección está, al parecer, por encima de la nación, plantearon una enmienda a la totalidad de todas y cada una de las dudas (justificadas a mi modo de ver) sobre el auténtico compromiso de Gerard con el Reino de España, y alentaron además para que se estableciera un cordón sanitario alrededor de los conjuros. El núcleo común de la admonición de todos estos colegas, y la explicación de su irritación, no era otro que la alarmante deriva que estaba tomando el maltrecho periodismo deportivo español, tocado definitivamente del ala por no acudir a la fuente y no preguntarle al propio Piqué si se había cortado o no las mangas con el fin último de ocultar los colores de la bandera de España.

Había, hay y habrá (y al "hay" me referiré ahora) mil muestras bastante más esclarecedoras de la mala salud de hierro del periodismo deportivo que se practica en nuestro país desde tiempos inmemoriales, y de algunas de ellas (el esparadrapo en el chándal de Cristiano, la inscripción de los hijos de Mourinho en un colegio de Lugano, la contratación de James para conseguir obras para ACS en Colombia) di buena cuenta aquí mismo en otro artículo, pero ninguna de ellas importaba tanto como la terrible ofensa al afiliado de Guanyarem que escupió a un delegado federativo y humilló a un guardia urbano, y eso era así por la simple razón de que todos esos casos afectaban directa o indirectamente al Real Madrid, que, como todo el mundo sabe, carece de fuentes, fontanas, chorros, caños, grifos, hontanares o veneros a los cuales acudir para saciar el hambre de noticias. Ante la duda...

Vayamos con el "hay". El domingo se vivió un episodio surrealista cuando, tras marcar Morata el gol que le daba la victoria al Real Madrid en su partido contra el Athletic, Cristiano elevó la mano e, instintivamente, giró su mirada hacia el árbitro asistente. No había sido un buen partido de CR7, demasiado ansioso durante toda la noche, y un sector de periodistas empezó a enredar diciendo que el gesto era interpretable y que podía ser que el máximo goleador histórico del club blanco estuviera en realidad reclamando que su compañero había marcado en fuera de juego. Pues bien: no se produjo después del enésimo ejercicio de ciencia ficción ni una sola queja por parte del grupo musical de Los Brotones, ni un susurro deontológico, ni un miserable tuit quejoso, nada, el silencio más absoluto, el "cricri" de los grillos. ¿Por qué?... Sencillo: porque con Cristiano sí hay barra libre, con el Madrid todos los días son fiesta y cuando se trata de Florentino Pérez la deontología periodística se aparca un rato en doble fila. La desvergüenza elevada al cubo. Y ahora vayamos con otra lección.

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