Hace casi cuarenta años que la Vuelta Ciclista a España dejó de pasar por el País Vasco. Esa anomalía deportiva, como tantas y tantas otras rarezas que se llevan consintiendo, bajo el auspicio nacionalista, desde tiempos inmemoriales, también está a punto de pasar a engordar el baúl de los recuerdos. A buen seguro que al camarada Urkulloski, que iba con Holanda en la final del Mundial de fútbol, le habrán dado un disgusto con semejante noticia. Me alegro infinitamente. El objetivo es que en la Vuelta de 2011 haya dos etapas que transcurran por tierras vascas, y una de ellas en concreto por Bilbao. Era esta una contradicción histórico-deportiva que duraba ya varias generaciones (la federación vasca tiene cerca de 7.000 licencias y El Correo Español-El Pueblo Vasco organizó la carrera durante 25 años) y que ha tenido a pan y agua a los miles de aficionados vascos a este magnífico deporte.
Desafortunadamente ya no quedará nadie de cuando incluso se llegó a prohibir el ciclismo por el ruidosísimo espectáculo que organizaban alrededor suyo aquellos alegres señoritos del pedal tras exhibirse por el Campo de Volantín. En La Gaceta del Norte pudo leerse lo siguiente: "el ciclismo es el terror de los transeúntes de las calles próximas a la Plaza Elíptica". En el año 1917, el Ayuntamiento de Bilbao permitió al fin la entrada de las bicicletas de seis a ocho de la mañana y de ocho a diez de la tarde con ropa ligera. Puede afirmarse sin temor a la equivocación que Bilbao se erigió en la puerta principal de entrada del cicloturismo al resto de España. Por todos los que ya no pueden volver a verlo.
Y por Lorenzo Oca, casi, casi el primer ciclista profesional del que se tuvieron noticias en España. Por Federico Ezquerra, apodado por la prensa gala como el Aguila del Galibier. Por Dalmacio Langarica, uno de los miembros más destacados de la centenaria Sociedad Ciclista Bilbaina. Por Luis Otaño, que empezó pedaleando para el Real Unión-Palmera y acabó en el mítico Fagor. Por los hermanos Morales, Carmelo y Roberto. Por los Barrutia, Cosme y Julián. Por Miguel Mari Lasa. Por Perurena. Por Loroño. Por los hermanos Otxoa. Por Cepeda, el Negro de Sopuerta, muerto trágicamente en el Tour de Francia. Por Gorospe. Por Ojembarrena. Y por todos y cada uno de los aficionados españoles, de dentro y de fuera del País Vasco, que soñaban con el día en que la Vuelta Ciclista a España regresa a su sitio.