Lo de Javier Tebas no es nuevo. El presidente de la Liga de Fútbol Profesional es conocido en el mundillo del fútbol por querer ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Por eso es relativamente fácil deducir que detrás de cada nuevo y pomposo anuncio de Tebas no haya más que otro intento de impresionar al personal, de dejarnos a todos ensimismados y con la boca abierta. Como el escudero del Lazarillo de Tormes que no tenía dinero para comer pero sin embargo salía a la calle con un palillo entre los dientes para que le vieran todos los vecinos, lo único que le interesa al presidente de la LFP es impresionar. Conociendo al personaje entenderemos mucho mejor el propósito de esta idea suya tan surrealista de querer castigar los insultos.
Tebas, en fin, está más preocupado por salir en los papeles que por solucionar el asunto en cuestión, que ahora mismo es el de la violencia en la Liga española. Si a Tebas (o, ya puestos, al presidente del Consejo Superior de Deportes) le hubiera preocupado y ocupado el problema de los violentos se habría interesado por la situación personal de Florentino Pérez, acosado, perseguido y zaherido por los ultras cuando decidió plantarles cara y expulsarles del estadio Santiago Bernabéu. Ni una llamada recibió Florentino por parte de Tebas, ni una sóla. Ni una muestra de apoyo ni aliento por parte del máximo responsable de la patronal de nuestro fútbol. Nada. Cero. Imagino que Florentino Pérez tampoco necesitaría el respaldo institucional, pero... ¡de ahí a ver cómo se castiga precisamente a uno de los dos clubes que han demostrado palpablemente querer acabar con los violentos!...
De acuerdo, acabemos con los insultos. Me parece que va a ser muy difícil pero acabemos con ellos. El problema añadido que yo le veo a esta propuesta es que la TIA de Tebas ha nacido sin presupuesto suficiente y únicamente envió un espía este fin de semana al estadio Santiago Bernabéu. Si un marciano aterrizase ahora mismo con su platillo volante en la sede de la LFP y le explicaran que una batalla campal entre ultras del Atlético de Madrid y del Deportivo de La Coruña acaecido en las inmediaciones del estadio Vicente Calderón acabó hace nueve días con un muerto y que, justo una semana más tarde, el inspeccionado y probablemente castigado iba a ser el Real Madrid, que es el club empeñado en acabar con los violentos, no entendería nada de nada. De ahí el tremendo enfado del club blanco. De ahí el mosqueo de Florentino. De ahí que no podamos tomárnoslo en serio.