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El penúltimo raulista vivo

La sombra

"El hombre no puede saltar fuera de su sombra" (Proverbio árabe)

Doscientos cincuenta y siete días ha durado Villas-Boas al frente del banquillo del Chelsea, aproximadamente doce veces más de lo que aseguran que suele vivir una mosca común. El portugués, a quien alguien hizo la auténtica faena de comparar con Mourinho, es un hombre obsesionado por dos sombras, la suya propia y una ajena concreta: el día de su presentación, cuando aún se las prometía felices, afirmó que esperaba no ser la sombra de su compatriota en el club inglés, y hace tan sólo tres días, a falta de dos minutos escasos para que el multimillonario Abramovich le diera la extremaunción deportiva, trató en vano de razonar su propio fracaso explicando que la sombra de Mou suponía una auténtica amenaza para los mejores entrenadores del mundo salvo para Pep Guardiola. Villas-Boas y Mourinho son nacidos en Portugal, tienen a Bobby Robson por uno de sus grandes mentores, dirigieron al Oporto y llegaron a Stamford Bridge bajo el palio de sus éxitos precedentes, pero ahí se agotan las similitudes entre ambos.

Por supuesto que la sombra de Mourinho es lo suficientemente alargada y ancha en Londres como para abarcar desde Harrow hasta Bromley, y es muy posible que el tamaño desproporcionado de la región de oscuridad donde la luz es obstaculizada por la figura del actual entrenador madridista tenga algo que ver, aunque sea muy poco, con el hecho de que haya sido el técnico que más títulos ha ganado en el Chelsea desde Ted Drake, allá por el Año de Nuestro Señor de 1955. El principio del fin, si se me permite tan hecatómbica expresión, acaeció el pasado 18 de febrero cuando, en el transcurso del partido de Copa contra el Birmingham que finalizó con un frustrante empate a uno en el luminoso, los aficionados empezaron de repente a corerar con insistencia el nombre de Mourinho; para aquel entonces el dueño del equipo, que había tenido que pagar la friolera de 15 millones de euros por quitarle su entrenador a Pinto da Costa, tenía decidido finiquitar al hombre a quien varios tabloides habían empezado a bautizar nada cariñosamente como Dead Man Walking, el muerto andante. De cómo pasó Villas-Boas de ser el mismísimo Group One a convertirse en un zombie a quien difícilmente podían sostener en pie sus propias piernas puede dar buena cuenta una de sus últimas ruedas de prensa, aquella en la que hundió del todo a Torres, llamado a ser el jugador franquicia del Chelsea y por quien se habían pagado casi 60 millones de euros a principios de 2011, al acusarle directamente de no saber acoplarse al sistema de juego, su sistema de juego.

Así que cuatro días después de que Mourinho viajara a Londres para adquirir una casa, Abramovich prescinde de Villas-Boas y coloca en su lugar a Roberto Di Matteo, que lleva escrito "provisional" en la frente. Quiero decir con esto que el redoble de especulaciones al respecto volverá a ser inevitable y quizás fuera una de las razones para que el técnico merengue se quitara anoche de en medio cediendo gustosamente el testigo parlanchín a Karanka después de un redondo 5-0. Por lo que yo sé Mou tiene previsto cumplir los cuatro años de contrato que tiene firmados con el Real Madrid y anda enfrascado planificando la próxima campaña; Florentino Pérez debería estar en ese sentido más tranquilo que un ocho aunque, conociéndole un poquito, no me extrañaría nada que a Special One le motivara un montón sacar a su ex del atolladero en el que, al parecer, acaba de sumergir sin oxígeno su imitación de Taiwán. Paradojas de la vida: la sombra de Mourinho ha asfixiado al hombre que no quería convertirse en la sombra de Mourinho y que hasta hace dos días seguía publicitando como si nada la limpieza que iba a hacer en el vestuario; el vestuario, sí, esa selva amazónica en la que el entrenador del Real Madrid se mueve como Henry Stanley por su casa, un microclima en el que no se suelen hacer demasiados prisioneros y capaz, ya lo ven, de convertir lo que estaba llamado a ser una fructífera carrera en la Premier en el ligerísimo e inapreciable aleteo de una insignificante mosca común.

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