Resulta verdaderamente dramático que aún hoy, dos meses después de la victoria de la selección española de fútbol en el Mundial, se continúe debatiendo acerca de las intenciones reales de Luis Aragonés cuando dijo lo que dijo acerca del equipo nacional. Sólo un tonto o un pelota, o un tonto que tenga que hacerle la pelota al ex seleccionador, puede seguir preguntándose por qué puso a parir el señor Aragonés a España cuando ésta necesitaba justamente todo lo contrario; su intención era dañina y tenía como principales objetivos a Angel Villar, que eligió a Del Bosque para sustituirle, y al propio Del Bosque, que aceptó hacerlo una vez que el técnico madrileño dejó bien claro que no quería seguir. Yo, que afortunadamente no tengo que dorarle la píldora al ex seleccionador, lo tengo meridianamente claro: golpeó donde él creía que más dolería. Y dolió, vaya que si dolió.
Los periodistas sabemos mejor que nadie que hay mil formas de decir las cosas y que algunas de ellas pueden hacer pupa al que las lee o las escucha por la radio. Pongamos por caso a Raúl González Blanco. De Raúl, como de todos los internacionales que han ido defendiendo los colores de la selección, se podrán decir mil cosas salvo que llegó un momento en que esa camiseta le vino grande. Eso es lo que dijo anoche Aragonés en la Cadena Cope, que llegó un momento en que a Raúl la selección le vino grande. Podría haberlo dicho de cualquier otro modo ("el tiempo pasa para todo el mundo", "llega un momento en la vida de cualquier deportista en que lo tienes que dejar"...) pero él eligió el más dañino, el que dejaba en peor lugar a Raúl.
No se da cuenta Aragonés de que con semejante memez está faltando al respeto a todos los ex internacionales, incluído por supuesto él mismo, puesto que si al jugador de campo que más veces ha vestido esa camiseta a lo largo de la historia de la selección llegó un momento en que España le vino grande, ¿cómo de grande le vino al que sólo la vistió diez o quince veces?... ¡Y después de afirmar tan tranquilamente eso dice más tranquilamente todavía que los periodistas le enfrentamos con Raúl!... Por cierto que observo con tristeza y perplejidad que otra de las gracietas de Luis Aragonés ha calado definitivamente en Bobolandia. El Príncipe de Asturias no lo ha ganado la selección española de fútbol sino La Roja; La Roja por aquí, La Encarnada por allá. Felicidades al equipo nacional, ese mismo que le vino grande a un tío que se partió más de 100 veces la cara por España.