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El penúltimo raulista vivo

La presión de Gorosito

Martí Perarnau comentaba el otro día en un artículo muy brillante que la ausencia continuada de Pep Guardiola dejaba desnudo el proyecto azulgrana, y eso a pesar de que, como todo el mundo sabe, el Barcelona viene de ganar Liga, Champions y Copa en la misma temporada. No ha sido ese el caso de Manuel Pellegrini, reaparecido el viernes con el objetivo de ahormar este nuevo Real Madrid que le está fabricando Florentino Pérez. Y no ha sido así por varios motivos: el primero y fundamental es que el proyecto madridista es ilusionante pero absolutamente nuevo; el segundo es que, al contrario de Guardiola en el Barcelona, Pellegrini no es santo y seña del madridismo; el tercero es que, también a diferencia del entrenador culé, del chileno sabemos que tiene un discurso futbolístico, sí, pero absolutamente vírgen en el Madrid. A Pellegrini no se la he echado tanto de menos porque, aunque la suya fue la primera presentación, las puestas de largo de Kaká y de Ronaldo provocaron amnesia en la afición merengue acerca del nombre y apellidos de su nuevo entrenador.

Como decía, reapareció Pellegrini para decir muchas cosas sensatas y otras que no lo son tanto. Por ejemplo: no me parece sensato que, después de una inversión de 211 millones de euros en un tiempo récord de mes y medio, el entrenador del Real Madrid salga diciendo que todavía le faltan un lateral y dos centrocampistas: precaución, amigo conductor, la senda es peligrosa. Pellegrini puede pensar que le faltan jugadores y exigir incluso que se los traigan, pero decirlo públicamente no es justo.Tampoco parece del todo exacta la afirmación de que "la parte ofensiva del equipo" está completa cuando todo el mundo sabe que Florentino, Valdano y, sobre todo, Zidane siguen peleando por Ribéry. Y, en lo que a la extensa comunidad holandesa de la plantilla se refiere, no habla demasiado bien de la coordinación entre la dirección deportiva y el entrenador el hecho de que el segundo diga que quiere quedarse con Sneijder -un gran jugador, por cierto, que no ha tenido demasiada suerte- cuando el otro día, en el transcurso de la presentación de Benzemá, a Valdano le faltó el pelo de una mosca para entregarle al francés la camiseta con el dorsal número 10.

Con todos mis respetos hacia el Villarreal, un milagro futbolístico puesto en pie por Fernando Roig del que todos nos sentimos muy orgullosos, Manuel Pellegrini ha de darse cuenta cuanto antes de que ahora está en el Real Madrid y que eso supone para él y para sus jugadores un impacto mediático desconocido hasta la fecha. El día de su presentación le preguntaron precisamente sobre el asunto de la presión y él respondió que la conocía bien porque había estado entrenando al River Plate. Se equivoca: no hay presión similar a la que se sufre dirigiendo a este equipo. ¿Por qué?... Seguro que si yo llamo ahora mismo al diario Clarín y pregunto quién es el entrenador del Real Madrid, la mayoría responderá correctamente. Ahora bien: ¿quién es el entrenador de River?... Confieso que yo he tenido que mirar en Google para saberlo. Se trata de Néstor Raúl Gorosito, conocido como el Pipo. Gorosito creerá que sabe lo que es la presión porque está entrenando a uno de los clubes más prestigiosos del mundo y, junto a Boca, el más potente de Argentina, pero se equivoca. No existe mayor presión que la de entrenar al Real Madrid. Incluso al de García Cortés, García Navajas y Pérez García se le exigían títulos. No quiero ni pensar lo que le exigirán al de Kaká, Ronaldo y Benzemá. Hágame caso, don Manuel: la presión de Gorosito es otra presión.

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