La credibilidad de Eufemiano Fuentes no atraviesa precisamente por uno de sus mejores momentos. Es más, si tuviéramos a mano un credibilidamómetro, el aparatito daría cero en el caso del doctor Fuentes. Le Monde, que es el diario que lanzó la piedra y luego escondió la mano, no es que navegue tampoco en la cresta de la ola informativa; de hecho, tras atravesar por una gravísima crisis económica que le obligó a resolver un expediente de regulación de empleo de un diez por ciento de su plantilla, el grupo Prisa hubo de acudir en su rápido auxilio con una ampliación de capital que superó los veinticuatro millones de euros. Lo que quiero decir con todo esto es que no da la impresión de que la persona que hizo las declaraciones, ni tampoco el lugar que escogió para hacerlas, estén en un momento especialmente boyante.
Pese a todo resultó inevitable que la información publicada en Le Monde diera tres veces la vuelta al mundo. Y eso fue así porque implicaba a clubes de fútbol del prestigio internacional de Real Madrid, Barcelona, Valencia y Betis. En el preciso instante en que tuve conocimiento de la información aparecida en Le Monde puse en marcha el cronómetro. ¿Cuánto tardarían en desmentir la información? A Jordi Ardévol, ex jefe de los servicios médicos del Barça, le llamó Marcos Lorente, jefe de deportes de la Cadena Cope en Barcelona. Ardévol, naturalmente, negó todo de cabo a rabo. Después apareció Tomás Calero, médico del Betis, y luego lo hizo Jordi Bruixola, director de comunicación del Valencia, todos en la misma línea que el ex médico azulgrana. ¿Y el Madrid? ¿Dónde estaba metido el Madrid? El desmentido merengue apareció, por supuesto el último, cuando ya habían pasado las cinco de la tarde.
Cuenta Plutarco que un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro, dueño de una gran fortuna y dotado con el don de la elocuencia, estaba enamorado de Pompeya, que era ni más ni menos que la esposa de Julio César. Estaba tan locamente enamorado que un buen día, durante la fiesta de la Buena Diosa, una celebración a la que sólo podían asistir mujeres, el patricio entró en la casa de César disfrazado de ejecutante de lira, pero fue descubierto, apresado, juzgado y condenado por engaño y sacrilegio. A pesar de que sabía que su esposa no había cometido ningún acto indecoroso, César reprobó duramente a Pompeya puesto que no le gustaba que fuera sospechosa de infidelidad. Y añadió aquello tan famoso de que "no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo". Eso lo dijo Julio aproximadamente cincuenta años antes de que naciera Jesucristo. Los responsables de la comunicación madridista llegan, pues, 2056 años tarde.