De todas las frases de la semana me quedo con una, la pronunciada por Thiago Motta: "el año que viene, si no juego, no cobro". No ha sido fácil la tarea porque ha habido mucha competencia. Ahí está, por ejemplo, el nuevo latiguillo que nuestro seleccionador nacional de fútbol pretende poner de moda para la temporada primavera-verano que se nos viene encima; del otoñal "¿y a quién quitas?", pregunta retórica y con ribetes infantiloides con la que tanto él como sus satélites pretenden desembarazarse del affaire Raúl, asunto, todo sea dicho de paso, que les perseguirá, como sucediera con Lord Carnarvon, mucho más allá de la próxima Eurocopa, hemos pasado al primaveral "los futbolistas se seleccionan ellos sólos". Luis, crecido tras la corrida con esmirriados y mansos abantos que le prepararon en el ruedo de la televisión pública, debe pensarse que, fuera del ente, los demás también nos chupamos el dedo, como Jano.
Por último, y al final medalla de bronce, elijo el emocionantísimo "¡papá he ganado!", mensaje que Robert Dee junior, uno de los peores tenistas profesionales de toda la historia, quiso trasladarle cuanto antes, aún con el cadáver deportivo de Derakhshani caliente sobre la pista, a Robert Dee senior después de haber vencido tras 108 sets consecutivos de derrotas y privación. El teléfono lo cogió la madre, pero Dee, probablemente porque la buena señora sufre del corazón y no es cuestión de pegarla un susto así porque sí, quiso prepararla lentamente para evitar un posible jamacuco. Sin embargo, me quedo con la frase de Motta por esa originalidad con un toque de irreverencia que posee. No es habitual contemplar a un futbolista profesional diciendo que si no juega tampoco cobra; es más, lo normal es todo lo contrario. Cuando los jugadores pierden, ganan, y cuando ganan, ganan más.
¿Será consciente Motta de que está cuestionándose los cimientos mismos sobre los que se asienta la filosofía del fútbol moderno? ¿Qué dirá su representante? ¿Querrá cobrar el doble si corre el doble que sus compañeros en el futuro? ¿Qué pretende en realidad Motta? ¿Qué busca? ¿Nos quiere volver locos? ¿No va a cobrar si no juega? ¿Y qué será lo próximo? ¿Por qué no se ciñe a lo firmado y se deja de zarandajas? ¿Por qué no es un tipo normal, uno como el resto? ¿Por qué no hace como Koeman que acaba de llevarse 9 millones de euros sin pegar un palo al agua y encima le aplauden y le respetan por ello? ¿O como Capello, más madridista si cabe después de que Ramón Calderón le pusiera en casa? ¿Es o no es Motta un profesional? Esa es la clave: Motta no es un profesional como Dios manda. Y, para terminar de estropearlo todo, está empeñado en hacernos pensar. Eso sí que no, por ahí no paso señor mío...