Una cosa es que Keita no viera el derbi porque supiera de antemano que iba a ganar el Real Madrid y otra bien distinta que diga que los rivales del equipo de Pellegrini no se emplean al cien por cien. La primera cuestión, la que llevó a Seydou al zoo o al cine apartándole de la visión de un partido de fútbol en el que se jugaba media Liga, es pura deducción estadística: el Madrid lleva tantísimos años ganándole al Atleti en el Bernabéu y en el Calderón que los colchoneros más jovencitos ya no recuerdan la última vez que su equipo le ganó al Real; el partido del domingo, eso sí, tuvo más emoción gracias al gol de Reyes, pero quien más y quien menos sabía que el Madrid reaccionaría y el Atleti acabaría pasándolo mal. No puedo estar de acuerdo sin embargo en cuanto a que los rivales del Madrid no se empleen al cien por cien. Tampoco está de acuerdo con Keita el secretario técnico del club catalán que acaba de decir que el Atleti se vació sobre el campo, y quien tiene toda la razón del mundo es Raúl García cuando afirma que es una falta de respeto.
Lo que no puedo explicarme de ninguna de las maneras, ya fuera porque realmente sabía que ganaría el Madrid o sencilla y llanamente porque le apeteció más irse con los niños al zoo, es que Keita no viera el partido. Me parece que cualquier jugador profesional de fútbol sano tendría que ponerse delante del televisor para presenciar ese tipo de partidos, y más aún un futbolista del Barcelona. No entiendo a los futbolistas a quienes no les gusta el fútbol y, al contrario de lo que pueda pensar la gente, son legión. Al menos Seitaridis, aquel chico que pasó sin pena ni gloria por el Atlético de Madrid, tuvo el suficiente valor para decir públicamente lo que otros jugadores no se atreven a decir porque resulta impopular; él dijo que no le gustaba el fútbol pero que le reportaba el dinero suficiente para continuar llevando el tren de vida al que se había acostumbrado. Si yo fuera entrenador, jamás tendría en mi equipo a un futbolista al que no le gustara el fútbol por muy bueno que fuera. Keita demostró que a él le sucede exactamente lo mismo que a Seitaridis.
Lo que yo había oído era justamente lo contrario de lo que dijo Keita, el futbolista al que no le gusta el fútbol: que al Barcelona sus rivales le hacían la ola después de haberle hecho el pasillo. Y a lo mejor resulta que es normal que así suceda. Me parece que al equipo de Guardiola le pasa un poco lo que le sucedió a Wild Bill Hickock, más conocido como Bill "el salvaje". A él, como al Barcelona por otras cuestiones menos violentas, también le precedía su fama; era un avezado pistolero y un jugador de cartas realmente excepcional, de forma que, cuando los pelotas le tenían delante, todo eran agasajos para él. Hasta que un día llegó Jack McCall, un jugador resentido, y le pegó un tiro en la nuca mientras jugaba al póker. Dicen que murió con una doble pareja de ases y ochos en su poder, y desde entonces la conocen como la mano del muerto. Siempre hay alguien más rápido, más violento o simplemente más traidor y más envidioso que tú. Si a Bill Hickock le llegó su hora, ¿por qué no habrá de llegarle al Barcelona de Guardiola?...