Anoche, cuatro meses después de su salida del Real Madrid y dos años, cuatro meses y doce días después de la marcha de Mourinho, Iker Casillas recuperó de repente la memoria en el canal de televisión Cuatro y, acerca de su enfrentamiento con el entrenador portugués, quiso dejar claro que si él se calló fue por el bien del club, de su club, del Real Madrid Club de Fútbol, el equipo de sus amores. Así que si él se calló por el bien del club, cuando Mourinho habló (porque le preguntaron sobre ello) y dijo que él prefería a Diego López, el técnico lo hizo por el mal del club. No es cierto, claro; por Iker hablaron otros, sus terminales mediáticos, de los que ahora, pasado el tiempo, reniega, mientras que a Mourinho (o, por mejor decir, a la independencia del entrenador, de cualquier entrenador, para tomar sus propias decisiones al margen de chantajes o presiones) le defendíamos cuatro gatos, y me sobran dos.
Casillas calló porque Mourinho le pidió una serie de cosas (entre otras, que diera un paso al frente y se mostrase como un auténtico capitán) y él entendió que no debía hacerlo. Mourinho le pidió eso y también le aconsejó cómo podía mejorar su juego por alto y su golpeo de balón, pero Iker no se dejó aconsejar; a Iñaki Gabilondo se lo dejó así de claro: "Los que tenemos talento innato desde pequeños sólo debemos mantenerlo. A mí no me hace falta ir al gimnasio". Mou e Iker tenían una idea tan radicalmente opuesta sobre aspectos tan concretos como el auténtico significado de la capitanía más allá de un trapo en el brazo o el valor del esfuerzo y del trabajo que era inevitable que acabaran colisionando. En el reportaje de Cuatro, absolutamente laudatorio hacia la figura del Santo, se quiso transmitir la idea, equivocada desde mi modesto punto de vista, de que el choque se debió única y exclusivamente al tren de Setúbal cuando realmente no fue así.
Casillas calló, sí, pero no para beneficiar al Real Madrid sino porque sabía que no tenía razón. Por eso y porque, como decía, ya hablaban otros por él, y a diario además. Si Iker no tuviera interés en revolver el asunto, que sabe que no beneficia al club de sus amores, no diría nada al respecto y, sin embargo añade: "Yo no iba a decirle al club lo que tenía que hacer", dejando en el aire la sensación de que el Real Madrid no se portó bien al no tomar partido por él... y por lo tanto en contra del entrenador. Casillas, como todos los jugadores del mundo, quería jugar; quería jugar bajo cualquier circunstancia y pese a que su bajón era público y notorio. Casillas calló, es cierto, pero sólo porque Mourinho era un peso pesado. Hace tres años, Iker seguía acusando aún a Del Bosque y a Fernando Hierro de haberle "limpiado" en el año 2002 para poner en su lugar a César, que sí mantuvo un respetuoso y escrupuloso silencio a propósito de todo aquello. César sí calló, como por cierto lo hizo años más tarde Diego López.
Vuelvo a repetir lo que escribí hace meses aquí mismo: si en el ánimo de Casillas estuviera realmente no hacerle daño al club de sus amores, el club que le ha convertido en un hombre multimillonario y famoso, habría atado en corto a Santos Márquez, intermediario que intervino en la resolución de su contrato con el club blanco, y sin embargo no lo hizo. Márquez puso a parir al Real Madrid, a Florentino Pérez y, ya de paso, a Rafa Benítez; el pecado de Benítez, como el de Mourinho o el del mismísimo Del Bosque en 2002, consistió en informar a Casillas de que él sería el segundo portero por detrás de David de Gea, decisión profesional que convirtió de repente al técnico madrileño en "una marioneta". A Ancelotti le pasó algo similar y, también de la noche a la mañana, pasó de ser El Pacificador a convertirse, cómo no, en un títere de Florentino. Memoria selectiva. Mala memoria. Una memoria magnífica para olvidar