Supongo que en cuanto se celebre la pachanga de mañana en París y se sepa a ciencia cierta que ningún jugador regresa a casa lesionado, todos volveremos a hablar de lo que realmente interesa, que no es otra cosa que la Liga y la Copa de Europa. Estos paréntesis de selecciones se hacen cada vez más tediosos y más insoportables porque (y ahí está, sin ir más lejos, la paupérrima entrada que hubo en El Molinón para atestiguarlo) España no acaba de enganchar. ¿Motivos?... Ni idea. Pero la selección nacional conectaba antes más con sus aficionados, cuando perdía más partidos de los que ganaba y sufría lo indecible para lograr la clasificación en el último minuto y con la espinilla, probablemente porque todos la sentíamos precisamente como eso, como nacional.
Es, en mi modesto parecer, otra de las malas (también las hubo buenas) herencias de Del Bosque, reciente premio Blanquerna de la Generalitat, un papelón que deberá gestionar como mejor pueda Julen Lopetegui. España jugó bien ante Israel, se vieron 5 goles, 4 de ellos del equipo local, el partido era oficialísimo y valedero ni más ni menos que para la clasificación (que también está apretadísima y nos la estamos jugando con Italia a cara de perro) de un Mundial, y en Asturias ha jugado nuestra selección únicamente tres partidos en los últimos cuatro años, de modo que, al menos sobre el papel, tendría que existir algo de hambre por ver al equipo nacional, pero, sin embargo y pese a todo, los chicos de Lopetegui fueron incapaces de concitar el interés mínimo necesario como para llenar un estadio como El Molinón cuyo aforo es de 25.000 espectadores. La pregunta es: "¿Por qué?"...
La elección de la ciudad de Gijón tampoco parece que fuera la más acertada, no porque la ciudad no se merezca un partido de España, que se lo merece sin duda, ni tampoco porque la afición no sea de Primera, que lo es y con holgura, sino porque el ayuntamiento gijonés es el único de toda España que ha firmado un manifiesto contra el Estado de Israel, que era justamente nuestro rival del viernes pasado. Si, además, por comodidad o por lo que fuere, resulta que el seleccionador se dejó convencer por los jugadores (ya sean capitanes, tenientes o cabos primeros) para salir pitando de allí cuanto antes para regresar a Madrid y volar más tarde a París, no parece que nuestra selección haya hecho precisamente en Gijón unos amigos para siempre. Lo dicho: que acabe cuanto antes y que regresen Liga y Copa de Europa.