Florentino Pérez llamó a José María Aznar, el ex presidente del Gobierno a Alberto Ruiz Gallardón y el ministro de Justicia al fiscal, y así el Valencia consiguió ganarle el partido al Barcelona en el Camp Nou, la primera derrota culé en casa en muchísimo tiempo. Es broma, claro. A lo de la llamada de Florentino me refiero. Es broma. Lo aclaro por si acaso, no vaya a ser que Xabi Bosch se lo tome al pie de la letra y lo suelte mañana en RAC 1 provocando a rengón seguido una de esas acidísimas críticas a las que nos tiene mal acostumbrados Mónica Planas, la celosa guardiana de la ética periodística de El Mundo Deportivo. Pero lo cierto y verdad es que el hecho de que un socio culé haya insistido tantísimo en querer saber la verdad sobre el fichaje de Neymar y que al final, gracias a la tenacidad del farmacéutico independentista, el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz haya decidido admitir a trámite su querella contra Rosell ha despertado de su letargo el tradicional victimismo barcelonista, una melancolía que, como decía muy quedo Aurora Bautista de Fernando Rey en Locura de amor, no estaba muerta, estaba dormida.
La idea de la conjura ha calado. Ayer retuiteé un tuit de José Luis Carazo que decía lo siguiente: "Tropezón del Barça. La caverna y el caso Neymar lo consiguieron". Y es que lo que no consiga una llamada de Florentino a Aznar lo logra al final la caverna, también denominada Central Lechera. Como yo soy socio de las dos (de la caverna y de la Central) probablemente carezca de valor esto que voy a decir a continuación: si alguien pudo impedir que el Valencia se llevara los tres puntos del estadio del Barça no fue Messi, que sigue por cierto sin marcar en 2014 en Liga si no es de penalti, sino el árbitro Pérez Montero que vio una mano de Ricardo Costa dentro del área donde no hubo absolutamente nada y que facilitó el injustísimo penalti culé. Y es que el Barcelona sigue en un magnífico estado de forma arbitral.
En la rueda de prensa posterior al partido al Tata Martino no le preguntaron desde luego por el precio de Neymar, que según Eduardo Inda acabará rondando los 130 millones de euros, o por el cuestionable aspecto ético que pudiera desprenderse de un fichaje como ese en un momento como el actual y en un país que tiene seis millones de parados, sino por el desórden táctico y defensivo originado a la media hora de partido, un caos que por momentos sólo pareció poder resolver el jiennense Pérez Montero, colaboracionista desde el primer instante con el equipo local. Hubo pitos en la grada y Alves dijo en el túnel de vestuarios que a veces pareciera como si jugaran fuera de casa. Un genio Florentino Pérez, sin duda un ser superior. El destrozo que puede estar haciendo el presidente del Real Madrid con una simple llamada de teléfono. Y urbana para más señas. Para haberlo sabido antes.