La claridad tantas veces exigida por el Real Madrid llegó por fin, aunque no haya sido precisamente en la dirección deseada por los mandamases merengues, a través de una entrevista concedida por el futbolista a un diario de Portugal cuando sólo faltan cuarenta y ocho horas para que empiecen en Pekín los Juegos, sabedor, quizá, de que una vez iniciada la fiesta del olimpismo la suya será una noticia de segunda fila por mucho Cristiano Ronaldo que se llame, y buscando, por lo tanto, darle un penúltimo impulso a su vanidosa cuota de protagonismo. Me creo tanto a Ronaldo en el papel de mártir que acuerda con su viejo y sabio maestro Ferguson que lo mejor para él va a ser continuar su formación en el Manchester United como me creería al fiero Silvester Stallone, metralleta al hombro y cuchillos al cinto, en el papel de Hamlet, repitiendo el consabido "ser o no ser, he ahí el dilema". Cristiano se ha dado cuenta, como por otro lado nos hemos dado perfecta cuenta todos, de que la semana que viene alcanzaremos lo que en Italia llaman el "ferragosto", y que él sigue sigue esperando sentadito en la estación a que pase por delante el trenecito de Calderón. Pero ni tren ni maquinista a la vista.
A mi juicio, la entrevista de Ronaldo busca tres objetivos bastante simples: inculparse a sí mismo de todo el jaleo organizado alrededor del posible fichaje por el Real Madrid, anunciarles a los aficionados del club en el que va a tener que continuar al menos una temporada más que él se dejará la piel sobre el terreno de juego y salvaguardar a Calderón del desastre, no vaya a ser que en mayo de 2009 tengamos otra vez lío en Río. En mi opinión, Ronaldo no tiene éxito en ninguno de los tres objetivos por él perseguidos porque su autoinculpación suena más falsa que el beso de Judas y porque, cuando trata de salvar de la quema a Calderón, quien más y quien menos llega a la conclusión de que lo hace pensando interesadamente en su futuro deportivo. En cuanto al otro objetivo, el de convencer a los socios y seguidores del Manchester de que él sigue de su lado, habrá que esperar muy poco tiempo para ver si lo ha logrado aunque me da en la nariz de que al portugués le espera un largo y grudo invierno en la Premier League.
Alguien me preguntaba ayer nada más conocerse la noticia si Florentino Pérez habría conseguido fichar en estas circunstancias a Cristiano Ronaldo. Por supuesto que sí. Y a Kaká. Y a Cesc. Me parece que, por encima de cualquiera de las críticas que le realizan, y que Calderón suele encajar, al menos en público, sin torcer el gesto y poniendo "dientes" como decía Isabel Pantoja, si existe algo que le molesta especialmente al actual presidente del Real Madrid es que le comparen con su antecesor en el cargo. Y no me refiero, por supuesto, a Fernando Martín, que suficiente tiene con lo suyo. Calderón no consigue que Florentino le pase por el gaznate ni bebiendo mil litros de agua por la sencilla razón de que, a pesar de sus dos Ligas consecutivas después de no sé cuántos años y de la indudable suerte que ha tenido, se le sigue comparando con él. Tras el enorme fiasco del fichaje de Kaká, que sigue jugando en el Milan, el de Ronaldo, que lo seguirá haciendo en el Manchester, era la reválida personal e intransferible de Ramón Calderón Ramos. Suspendió otra vez. Miedo me da decirle que vuelva en septiembre.