Para cacicada, cacicada, la de Michel Platini diciendo públicamente que Leo Messi necesitaba una protección arbitral especial. Y ahí sigue en su puesto: el presidente de la UEFA, la cabeza visible del máximo organismo futbolístico europeo, el hombre del que se espera que imparta justicia y organice una competición en la que todos los clubes, independientemente del nombre que tengan, salgan al terreno de juego con la seguridad de que van a ser tratados con equidad y respeto, confesando sin ambages su rendida admiración por el crack argentino culé y pidiendo para él un tratamiento diferente. ¿Pasó algo?... Pues no, no pasó absolutamente nada: el periobarcelonismo ocultó adrede las declaraciones de Platini, que venían a confirmar las dudas de Mourinho acerca de la limpieza de la competición, y esperó agazapado.
Alfredo Flórez, que nunca debió dejar la natación, sentenció ayer: dos partidos para Mourinho por meterle el dedo en el ojo a Vilanova y uno para Vilanova por sacudirle a Mourinho lo que se conoce popularmente como una colleja. El Barcelona dijo que no pensaba recurrir la sanción, pero ya lo han hecho por Rosell tanto Sport como Mundo Deportivo, los mismos diarios que el otro día, tras la gala del diario Marca, falsearon descaradamente las declaraciones que el entrenador madridista realizó sobre la labor arbitral. Lo más justo para ellos habría sido la deportación de Mourinho a la isla de Santa Elena, su posterior encadenamiento y la ocultación de por vida de su cara con una máscara de hierro. No pudo ser.
Al fondo a la derecha de la inquina que en Barcelona le tienen a Mourinho se encuentra evidentemente el hecho de que el portugués estuvo allí, formó parte de su cuerpo técnico y ahora es el técnico del Madrid, pero también el que eliminara al equipo catalán de aquella famosa Champions de 2010, quitándole de la boca el indudable caramelo de poder jugar la final de la competición por la que el Real es mundialmente conocido precisamente en el estadio Santiago Bernabéu. El problema no es el dedo en el ojo, no, ni por supuesto tampoco la decisión de Flórez; el problema, tal y como yo lo veo, es que Mourinho es de los poquísimos entrenadores, por no decir el único, que no se aparta cuando pasan los culés, no alisa la alfombra roja a sus pies ni les hace tampoco la ola. Y ni cien partidos de sanción habrían evitado eso.