El pasado 22 de abril, y en ausencia de los presidentes de Real Madrid, Fútbol Club Barcelona y Atlético de Madrid a los que la Liga de Fútbol Profesional trató como unos auténticos apestados por encontrarse en la génesis de la SuperLiga, Javier Tebas ofreció una rueda de prensa telemática con cinco de los treinta y nueve clubes para los que trabaja el presidente de la LFP. Uno de ellos era José Castro, presidente del Sevilla; otro era Quico Catalán, del Levante; otro era Ángel Haro, máximo mandatario del Betis; otro era Fernando Roig, presidente del Villarreal; y el quinto elemento era el singapurí Anil Murthy, presidente del Valencia y mano derecha de Peter Lim, el propietario del club ché. Me llamó mucho la atención la presencia de Murthy, la verdad. Roig es un ejemplo de gestor, lo mismo que Quico Catalán; de José Castro no tengo mala opinión y de Ángel Haro directamente no la tengo, ni mala ni buena, no sé si ha venido a por setas o a por Rolex. Pero la llamativa presencia de Murthy, en ausencia de Florentino Pérez, que muy probablemente sea uno de los mejores presidentes del fútbol mundial y el más veterano sin duda de los que componen la Liga, sí me llamó la atención. Fue, si se me permite, una humillación sobrevenida a la humillación de pegarle con la puerta en las narices a los máximos responsables de los tres clubes más poderosos de España, una especie de "¿Ves, Florentino? No sólo no te dejo entrar sino que aquí, conmigo, aparece sentado a mi diestra el que es probablemente el peor presidente de la historia del Valencia y uno de los peores mandatarios del fútbol mundial".
¿Qué méritos había hecho el trigesimoséptimo presidente valencianista, el diplomático singapurense de origen indio que sustituyó en el cargo a la señora Lay Hoon Chan, para estar sentando cátedra en el aula magna de don Javier? Culpar a la prensa deportiva de Valencia de los males del club, mandar callar a la afición con un gesto soez, prometer fichajes de relumbrón mientras se desmantelaba el equipo traspasando a Kondogbia, Rodrigo, Parejo, Coquelin y Ferrán Torres o no renovando a Garay, fichando engañado a Javi Gracia, al que se le prometió lo mejor, y reteniéndolo luego en contra de su voluntad claramente manifestada haciendo uso de una cláusula que, al fin, no ha sido hoy problema para que, a falta de 4 jornadas para la finalización de la Liga, algún sesudo asesor del aún más sesudo asesor de Lim haya pensado que lo mejor para todos es ponerlo de patitas en la calle, una decisión que se ha tomado, por supuesto, en contra de la mayoría del vestuario, que al fin y al cabo tiene poco que ver en esto porque es el que va a tener que luchar para mantener a duras penas al Valencia en la Primera División. Entre medias de este auténtico vodevil, la charada de Diakhaby, cuyo suflé racista duró demasiado poco para lo que le habría gustado al presidente del club. El cese de Javi Gracia no tiene ni pies ni cabeza y, eso sí, mantiene cierta línea de coherencia en un comportamiento profundamente incoherente. Quiero decir que si Murthy, o sea Lim, hubiera dejado en el banquillo hasta el final a Gracia, a quien primero se engañó y ahora se acaba de humillar, podría decirse que estos caballeros habrían aprendido algo al fin acerca de cómo se dirige un club de fútbol, pero no, la cabra tira al monte y Murthy tiró a la montaña para poner en el banquillo a Salvador González Marco, conocido futbolísticamente como Voro, el bombero habitual del Valencia para estos casos.
El domingo que viene el Valencia, que con 36 puntos está a 6 del descenso, que ahora mismo lo marca el Huesca, recibe al Valladolid, que con 31 elude por 1 la zona más caliente de la tabla. Luego, en la jornada 36, visita el estadio Sánchez Pizjuán para jugar contra el Sevilla, que probablemente siga compitiendo por ganar el campeonato. Después recibe al Eibar, que es el colista, y acaba jugando contra el Huesca. O lo que es lo mismo, del 1 al 10 de dificultad, lo que le resta por jugar al Valencia es de al menos un 9 en la escala de Richter. Conclusión: si a César, que era el líder de los monos de la saga del Planeta de los simios, se le entregara la dirección del Valencia, en ningún caso (repito: en ningún caso) lo haría peor que Anil Murthy. Jamás. En ningún caso. Nunca. El Valencia es un grande de España y por eso le deseo desde aquí lo mejor, pero su suerte depende de que los futbolistas y Voro borden el concierto para flauta y arpa K.299 de Wolfgang Amadeus Mozart y que, además, lo hagan con una flauta un tanto especial, la flauta de Lim, que da la casualidad de que, como le pasaba a la de Bartolo, tiene un agujero solo. Y así como que no, ¿no?