Presidía por primera vez una final de Copa, en este caso la del baloncesto, el nuevo Rey Felipe VI y, otra vez con aficionados del Barça por medio, tuvo que pasar también por primera vez por el amargo trance de verse obligado a escuchar desde el palco los pitos dirigidos contra el himno nacional español, esa "cutre pachanga fachosa" según el nuevo líder de la izquierda populista, demagógica y bolivariana, y también antimadridista confeso, llamado Pablo Iglesias. Me temí lo peor, me temí el espectáculo de aquella otra final de Copa, en esa ocasión la de fútbol, disputada entre Athletic Club de Bilbao y nuevamente Barcelona, que empezó con una sinfonía de abucheos, siguió con la clausura de los mismos desde los estudios centrales de Televisión Española y finalizó con la destitución del director de deportes, que pasaba por allí. Pero esta vez ganaron los buenos y el público que no era ni culé ni del Real Madrid tomó partido por España y por sus símbolos y prorrumpió en aplausos. La pregunta sigue siendo: ¿Llegará el día en que la directiva culé sea coherente y tome de una vez por todas la decisión de no participar en ninguna competición nacional española, que es al parecer lo que tiene tan disgustados a muchos de sus seguidores?... Dame alpiste y llámame gorrión, el gorrión con la cara más dura de toda la pajarería.
El partido lo ganó otra vez el Real Madrid. A Pablo Laso todo el mundo le pone a caer de un burro pero, poco a poco, tacita a tacita, está consiguiendo un palmarés muy interesante. Ayer, por ejemplo, le pegó un soberano baño táctico a Xavi Pascual, que goza del prestigio mediático que a él le escatiman, sabiendo dosificar inteligentemente a sus jugadores. Hay quien pretende reducir a Laso a la mínima expresión de ese personaje caricaturesco que únicamente sabe pegar cuatro gritos deslavazados en los tiempos muertos, que se muestra incapaz de preparar una jugada mínimamente coherente y a quien ninguno de sus jugadores suele hacer demasiado caso; yo creo sin embargo que Laso es un gran entrenador, querido y respetado por la plantilla. Del Madrid tiraron Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Gustavo Ayón y Andrés Nocioni mientras que del Barcelona lo hizo Ante Tomic y quiso hacerlo pero no pudo Juan Carlos Navarro. Laso, por cierto, tuvo el detalle de darle muchos minutos (más de 26) a Sergio Llull, otras veces salvador y ayer desaparecido en combate.
Lo de Ante Tomic merece un capítulo aparte. Ayer volvió a hacer un partidazo ante su ex equipo al anotar 25 puntos y lograr 40 de valoración, superando los 39 de Pau Gasol en la final de Málaga de 2001. A Tomic le invade un lógico ánimo de revancha desde que en 2012 se marchó del Madrid y aquel jugador que aquí tenía un merecido cartel de blandito e indolente se ha convertido, salvo mejor opinión de Vicente Azpitarte y José Manuel Puertas que son los que saben, en un pívot NBA. El MVP fue por cuestiones de reglamento para Rudy, que ya jugó en la liga estadounidense de baloncesto profesional y que ayer, como dije antes, tiró nuevamente del carro. Y Sus Majestades Felipe VI y Felipe Reyes protagonizaron al final del partido la escena más emotiva del día ya que, saltándose a la torera el protocolo, el Rey del baloncesto se fundió en un abrazo con el de España. Otra Copa más para Laso. Sincronicemos nuestros relojes: los palos se aplazan hasta las cero horas de este martes.