En una de las escenas más divertidas de la película Los caballeros de la mesa cuadrada, otra locura de los Monty Python, se ve a Arturo, rey de los bretones, tratando en vano de convencer al Caballero Negro para que le deje cruzar por el bosque a fin de continuar su búsqueda de los caballeros más valientes de la comarca para llevarlos con él al Reino de Camelot. "No pasarán", repite sin embargo una y otra vez tozudamente el Caballero Negro, cruzado de brazos, imponente con su negra y reluciente armadura, "no pasarán. No me moveré por hombre alguno". "¡Sea pues!", grita entonces Arturo, que no entiende nada y se ve obligado a iniciar un duelo a muerte. Arturo le corta primero de un certero tajo el brazo izquierdo a su rival: "Ahora apartaos, digno adversario", a lo que el Caballero Negro responde: "Esto no es más que un arañazo". ¿Un arañazo?...
La batalla continúa y entonces Arturo le corta el brazo derecho al Caballero Negro. "¡La victoria es mía!", exclama feliz y dichoso el rey de los bretones dando por hecho que la pelea ha acabado en ese preciso instante; pero entonces, de repente, el Caballero Negro le pega una patada a Arturo: "¡Vamos, luchad, en guardia!"... Entonces Arturo le corta una pierna y, a la pata coja, el Caballero Negro exclama: "¡Voy a vengar esta ofensa, soy invencible, el Caballero Negro triunfa siempre!"... Por último Arturo le corta la otra pierna y el Caballero Negro queda reducido a un triste tronco que, reptando por el suelo cual guiñapo humano, grita a pleno pulmón lo siguiente: "¡Ahora me toca a mí... Cobarde... Vuelve aquí, desgraciado, que te voy a destrozar!"... El Atlético de Madrid de Simeone es ese Caballero Negro.
Dramático: el Atleti se quedó sin Diego Costa, su brazo izquierdo, en el minuto 16 de un partido agónico que decidía la Liga en el Camp Nou. Le sustituyó Adrián, un futbolista que ha sabido aprovechar sus poquísimas oportunidades, pero decididamente no era lo mismo, no lo era. Cuando parecía que el equipo colchonero no podía tener peor suerte... la tuvo y, entonces, cinco minutos más tarde, perdió a Arda, su brazo derecho. Ambos futbolistas se retiraron entre sollozos del campo, conscientes de lo inoportuno de sus respectivas lesiones. No había acabado aún Simeone de negar con la cabeza maldiciendo su infortunio cuando Alexis marcó un golazo por la escuadra que Courtois, la pierna izquierda, simplemente no fue capaz de ver. Aún así, fiel al lema orteguiano de que mientras haya alguien que crea en una idea, la idea vivirá, el Atlético de Madrid siguió retando con sus armas al Barcelona en el escenario más inhóspito posible.
El partido de ayer, la Liga entera en realidad, fue un sentido homenaje consciente a Luis Aragonés, de quien el Cholo dijo que estaba seguro que había defendido en el área "con los chicos", pero también inconsciente al indomable Caballero Negro del sketch de los Monty Phyton. El éxito del nuevo campeón de Liga es por supuesto futbolístico pero, más que la mera distancia numérica, el balance de goles a favor y en contra, el famoso "minuto a minuto" del entrenador, el éxito del campeón es sin lugar a dudas el de una idea, la que el Cholo tuvo en su día para este equipo, que fue capaz de transmitir con convicción al vestuario y que, al fin, revivió una y otra vez, y otra más, y otra, gracias a la fe y el esfuerzo de sus jugadores, que jamás desmayaron y que siempre creyeron, siempre, aún en los peores momentos, aún sin el brazo izquierdo y después sin el brazo derecho.
El Atlético de Madrid acaba de ganar dieciocho años después una Liga de dos que acabó siendo de tres y que al final se llevó el teórico convidado de piedra. Y, salvo los aficionados de los otros dos implicados en la lucha por el título, ha existido cierto consenso nacional y romántico entorno a la idea de que lo mejor para todos, lo mejor en aras de la competitividad, era que ganara el más débil presupuestariamente hablando. Simeone ha demostrado ser un gran estratega pero, por encima de su capacidad a la hora de "leer" los partidos, lo que ha demostrado el Cholo es que es un gran motivador, un líder, alguien a quien el jugador sigue sin hacer demasiadas preguntas. Encuentro muchos puntos de conexión entre el argentino y Mourinho, demasiados, y una sola diferencia: la presión. Aún sin ganar ningún título ya se había dado como buena por todo el mundo la temporada del Atleti, una generosidad de la que carecen los equipos obligados a ganarlo todo siempre y bajo cualquier circunstancia.
En realidad la incómoda presión siempre fue, y seguirá siendo en el futuro, del Barça y del Madrid, obligados por el presupuesto y por los cracks fichados a golpe de talonario a conseguir la triple corona para abrir boca. La presión volverá a ser como siempre blanca en Lisboa. El Atleti ha vivido cómodamente a rebufo de los dos mastodontes de la Liga, ha resistido, ha creído y ha acabado por vencer... sabiendo que jugaba con una red de protección por debajo. Mientras para el Atleti perder es una mala noticia para Real Madrid y Barcelona supone simple y llanamente el Armagedón. Para calibrar por lo tanto con mayor exactitud al Simeone entrenador habrá que esperar hasta verle en un equipo con auténtica presión. Dentro de muchísimos años, claro, no vayan a enfadarse más conmigo los caballeros rojiblancos...