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El penúltimo raulista vivo

La famosa mirada petrificadora de soslayo de Leo Messi

Al día siguiente de llegar a España el Tata Martino, a quien de repente conocía todo el mundo pero que en Europa, que es donde está el fútbol dominante, era un profundo desconocido, dijo aquello tan curioso y atrevido de que los Messi habían "gravitado" alrededor de su fichaje. Era, sin duda, la clave que nos faltaba para explicar la contratación de un entrenador que, como él mismo se encargó de recordanos hace 48 horas, ni es holandés ni de la casa. Luego Leo Messi trató de echar tierra sobre el asunto y, como en el caso de la deuda con la Hacienda pública española, dijo que él no sabía nada. Pero la policía no es tonta y aquí dos más dos era claramente igual a cuatro. Claro que los Messi gravitaron alrededor del fichaje de Martino, y tampoco entiendo la raíz del problema puesto que es normal que en las empresas adopten las decisiones aquellos que mandan.

Me gustaría poder preguntarle ahora a Messi si se arrepiente o no de su excesiva "gravitación" sobre Rosell. Probablemente me mentiría pero aún así me gustaría poder preguntárselo. Porque del mismo modo que Mark William Calaway, alias El Enterrador, popularizó en su día la llave conocida como La guillotina, a Leo Messi empieza a conocérsele también en ámbitos futbolísticos por su famosa mirada petrificadora de soslayo, un gesto capaz de transformar en estatuas de sal a aquellos que lo sufren, véase por ejemplo el caso del sueco Zlatan Ibrahimovic, mucho más corpulento que Leo y que sin embargo no fue capaz de resistir el golpe mortal deportivo que supuso ese guiño gravitatorio de refilón al que le sometió el crack argentino.

Y es que anoche, en el partido en el que la Real Sociedad se dedicó probablemente a preparar con intensidad su choque liguero contra el Real Madrid, Leo le lanzó al Tata esa mirada, la mirada que dejó patidifuso a Ibrahimovic y que antes y después congeló a otros tantos compañeros de equipo. Martino, que osó sustituir a Leo con el partido decidido desde antes de iniciarse, buscó en Messi la entrañable palmadita, una reconfortante sonrisa, un emotivo abrazo, pero a cambio únicamente recibió la terrible mirada petrificadora de soslayo, un gesto también gravitatorio (como el de recomendar su contratación) pero, y créanme que no es por meterle el miedo en el cuerpo a nadie cuyas iniciales sean G.D.M., va justo en una peligrosísima dirección contraria al anterior. No querría estar yo en el pellejo del Tata, que me parece un buen tipo. A mí sinceramente me dio miedo.

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